13 AÑOS DE CRÓNICAS EN ‘CATALIBANES’ 

15 de marzo de 2011

Retrato de familia

Con el paso del tiempo va uno perdiendo la capacidad de sorprenderse y todo le suena a ya visto. De ahí a acertar en muchas predicciones va sólo un paso. Es lo que me sucedió con Solidaritat Catalana per la Independència, la formación de Joan Laporta. Hace poco más de medio año, escenificó su presentación oficial entre grandes alharacas. Junto al ex presidente del FC Barcelona, quien hacía de macho alfa y locomotora electoral gracias al enorme tirón de su figura pública, integraban el mesiánico triunvirato dos políticos de muy distinta procedencia: Alfons López Tena y Uriel Bertran.

Bastantes sabíamos que semejante engendro no duraría. «Demasiada diva para tan poco escenario», comenté a varios allegados. Pues bien, no han pasado ni trece semanas desde que obtuvieran cuatro asientos en la Cámara autonómica y ya se les ha resquebrajado el invento. Mamporros, lanzamiento de cuchillos, cruce de acusaciones en los medios. Y Laporta, que ha abandonado la formación para deambular en busca de un destino más ajustado a lo que él considera sus inmensos merecimientos.

La verdad es que fue fácil de prever porque no pegaban ni con engrudo: un arribista sibarita y derrochador, cargado de líos judiciales y poca vergüenza; un niñato desertado de la extrema izquierda, de ERC, a quien nunca he visto trabajar; y un controvertido jurista y ex militante de Convergència, que cuanto más lo miro menos sé si es él o el moreno del dúo Martes y 13 metido a salvapatrias. Eran como los tres mosqueteros, pero con oportunismo y sin su mismo sentido del honor; como los tres hermanos Marx, pero sin gracia ninguna; como los tres tenores, pero dando el cante en lugar de cantando; como los tres cerditos del cuento, pero engordados a costa del contribuyente o del socio de un importante club deportivo.

Mas, a todo esto, ¿Solidaritat qué es —o era—, de izquierdas o de derechas?

—Independentista.

Sí, ya; pero, ¿cuál su ideología, su programa? Pues la independencia de Cataluña, para qué más. O sea, la venta de que el adiós a España, su principal mercado, resolvería milagrosamente hasta los más terribles problemas de los catalanes y convertiría a la región en la cuarta potencia europea. Además de que, para colmo de ventajas y a modo de maná bíblico debido al cese del supuesto expolio fiscal, atraería una lluvia anual de 22.000 millones de euros en los que chapotear felices. Espeluzna recordar cómo un montón de votantes se lo tragaron: 102.197, para ser exactos. Unos tres mil más que localidades tiene el Estadio Camp Nou. Lo cual dice muy poco sobre la madurez democrática de nuestro pueblo.

Ahora, quienes habían venido a redimirnos, andan navajeándose vilmente por las esquinas mediáticas: que si Laporta se aburre en el Parlamento, que si Solidaritat habría obtenido más votos sin él, que si es un tránsfuga, que si es populista e incoherente, que si los incoherentes sois vosotros dos, que si a ver dónde íbais a estar de no ser por mí, que si yo con éstos no me junto más... Vaya un espectáculo bochornoso el de estos padres de la “Nación Catalana”. Y, mientras, el escindido latin lover vagando con el escaño a cuestas, tanteando a su tan criticada Esquerra Republicana para intentar allí un amerizaje de emergencia antes de las Elecciones Municipales.

Resulta paradójico que eligieran para su aventura política el nombre de ‘Solidaridad’ quienes pronto han terminado siendo así de insolidarios entre ellos mismos.

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