13 AÑOS DE CRÓNICAS EN ‘CATALIBANES’ 

17 de septiembre de 2010

Mefisto en La Moncloa

Alejo Vidal-Quadras —con quien en una ocasión tuve la fortuna de tratar y puedo decir que es un auténtico caballero— escribió en su blog hace cinco años sobre la, según sus palabras, «extraordinaria gravedad» de las maniobras del Presidente José Luis Rodríguez Zapatero para rescatar e impulsar el nuevo Estatuto de Cataluña cuando ya lo habían desechado en el Parlamento catalán, un texto repleto de puntos en clara colisión con nuestra Constitución, que consagraba a esta comunidad autonóma como una «nación étnica, basada en la identidad cultural y lingüística y en un pasado interpretado al servicio de un mito, excluyente, laminadora del pluralismo y ariete del desguace del proyecto común». Lo que se estaba tramitando con apariencia de reforma estatutaria, no era sino un fraudulento cambio de régimen saltándose los pasos de una «mutación constitucional» en la que todo el pueblo español tenía derecho a haber participado.

Achacaba aquel salto hacia el abismo a «una suma de indiferencias, cobardías, errores, oportunismos, mezquindades y bajezas», a las que casi nadie escapaba. Y advertía de que los nacionalismos habían abandonado toda ambigüedad y mostraban «sin embozo alguno su decidido propósito de despedazar la unidad constitucional y convertir España en un agregado de micronaciones ajenas u hostiles entre sí». Don Alejo definió al jefe del Gobierno como «un ignorante rencoroso e iluminado» y cómplice de este desmán; culpable, según el artículo 102 de la Carta Magna, del delito de «alta traición» (que es el título que eligió para su excelente exposición).

Un lustro después, ZP sigue siendo el mejor aliado que podrían haber soñado nunca los separatistas, su más leal y eficaz mamporrero. Este verano supimos por la prensa que el informe anual del Departamento de Estado de los Estados Unidos denunciaba la vulneración de los derechos humanos perpetrada en Cataluña y Baleares con la persecución a los castellanohablantes. Y ahí que nuevamente fue él en auxilio de sus amigos —que son a la vez los enemigos de España— a realizar sus habituales piruetas y acrobacias, tal y como relató el 12 de agosto el diputado Antonio Robles en «Un Robin Hood de pacotilla», desde el diario Libertad Digital:
«No pasa día ni desaprovecha decisión alguna para equivocarse. La última, su promesa de enviar “un completo informe” al Departamento de Estado de Estados Unidos sobre la “convivencia lingüística” en España para demostrar que funciona “razonablemente bien”. […] Nunca antes en democracia el presidente del Estado había renunciado tan descaradamente a su primera obligación, o sea, a hacer cumplir la ley y a amparar en cualquier lugar de su territorio a quienes sufren abuso. Ya que no ha obrado en consecuencia, se lo recuerda la Administración Obama a través de uno de los organismos sobre la práctica de los Derechos Humanos más prestigiosos del mundo».
El mismo que negó la crisis, se aprestaba ahora a utilizar idéntico método en tan lamentable asunto:
«Su primera obligación debería haber sido tomar nota, pedir disculpas y corregir los abusos en lugar de intentar ocultar las acusaciones con contrainformes. Borrar la realidad insoportable de la exclusión ya lo hacen muy bien los nacionalistas. Un ingente griterío de asociaciones subvencionadas por la Administración de la Generalitat ya vienen haciéndolo desde hace años. Cada vez con menos éxito, pues afortunadamente los organismos internacionales no dependen de las subvenciones catalanistas y tienen criterio propio».
Ahora, el huésped del Palacio de La Moncloa se encuentra afanosamente comprometido en burlar la sentencia del Tribunal Constitucional, rescatando por la vía de leyes orgánicas los artículos rechazados del dichoso Estatuto. Que ni el Mal descansa nunca, ni existió jamás sumisión más conmovedora que la suya.

Los secesionistas no desaprovechan esta oportunidad histórica y han tensado la cuerda de la convivencia entre los españoles hasta un límite peligrosísimo. Pero, no nos engañemos, la máxima culpa recae sobre aquél que se lo está permitiendo a cambio de apoyos parlamentarios transitorios para apurar su mandato, que ha descubierto en la confrontación guerracivilista y el desmembramiento de la nación un modo para sostenerse en el poder. Y quién sabe si también una manera de pagarle favores pretéritos a esa gente.

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