13 AÑOS DE CRÓNICAS EN ‘CATALIBANES’ 

16 de diciembre de 2015

Ayer no había mantequilla en Moscú


«Un demagogo es aquel que predica doctrinas que sabe que son falsas
a hombres que sabe que son idiotas».
Henry Louis Mencken (1880-1956).


Cuando hace más de cinco años fundé este blog, me propuse convertirlo en un lugar de encuentro donde todos aquellos preocupados por los desmanes del separatismo pudiesen sentirse a gusto: los de izquierdas y los de derechas, los ricos y los pobres, los humildes y los poderosos, los creyentes y los impíos, los pecadores y los temerosos de Dios, las mentes privilegiadas y los que escuchan Reggaetón; los heterosexuales, los gays, las casquivanas y las virtuosas... ¡Todos sin excepción! Porque aquí no se va contra ninguno de ellos, al contrario: todo el mundo es bienvenido. De ahí, entre otras razones, que siempre haya yo evitado significarme desde estas páginas con siglas de ningún tipo y he criticado por igual a todos los partidos políticos cada vez que lo he estimado necesario.

Pero hay cosas ante las cuales no puedo permanecer callado. El último sondeo publicado por El Mundo (16-12-2015) sitúa a Podemos como cuarta fuerza parlamentaria tras el 20-D, con una intención de voto del 16%, capaz de otorgarle entre 56 y 60 escaños de los 350 con que cuenta la Cámara baja. Aún más triunfal es la irrupción en el hemiciclo que le pronostica hoy El Periòdic d'Andorra, diario extranjero, y no sujeto por tanto a la prohibición de difundir nuevas encuestas cinco días antes de las elecciones que establece la Ley Orgánica de Régimen Electoral General (BOE-A-1985-11672): aúpa a esa formación hasta la tercera posición merced al 19'6% de los sufragios, y le augura de 66 a 70 diputados; un significativo aumento por efecto de la campaña, pero sobre todo del insatisfactorio debate recientemente televisado entre Pedro Sánchez y Mariano Rajoy.

El anunciado auge del populismo, que encarna la formación de Pablo Iglesias, sin duda debería movernos a todos a profunda y preocupada reflexión.

El desabastecimiento de alimentos y de medicinas, así como las interminables colas para adquirirlos y el racionamiento,
han sido una constante en Venezuela durante los largos años de Revolución Bolivariana

La frase que da título a esta crónica de Catalibanes está extraída de una muy comentada advertencia que Felipe González bramó en un mitin electoral para descalificar el programa político defendido por Izquierda Unida en plena era soviética («Señores, ayer no había mantequilla en Moscú»), el 26 de octubre de 1989.

Pues bien, ayer en Caracas no había mantequilla. Ni carne, ni harina, ni jabón, ni pasta dentífrica, ni papel higiénico. Fruto de fórmulas económicas desastrosas, ayer en Venezuela entera faltaban productos básicos. Aunque abundaban el despotismo y la corrupción. ¿Y esa es la solución milagrosa que nos proponen los chicos con el logotipo morado, chavismo pasado por el barrio de Lavapiés? ¿Las mismas medidas que Fidel Castro ha exportado al continente sudamericano, aunque hábilmente maquilladas? ¿Cómo puede algo así haber encandilado a las masas?

Pero es que además, Pablo Iglesias, para quien la mera existencia de medios de comunicación privados supone un ataque a «la libertad de expresión» —según afirmó el 21 de noviembre de 2013 en la televisión de Galiza Ano Cero, ¡tal es su concepción de la democracia!—, representa una seria amenaza para la unidad de España. Partidario declarado del derecho de autodeterminación («Frente a los que plantean el inmovilismo como PP, PSOE o Ciudadanos, nosotros decimos que estamos orgullosos de ser una formación política plurinacional»; 09-12-2015), en los mítines está comprometiéndose a autorizar un referéndum si llega a La Moncloa:
«Son los catalanes los que tienen que decidir».
Lo cual es tanto como decir que piensa hurtarnos a todos los españoles nuestra soberanía sobre el territorio nacional. Y el pasado 26 de octubre, la sucursal podemita Catalunya Sí que es Pot (‘Cataluña Sí que se Puede’) invistió presidente del Parlamento autonómico a la ex lideresa de la ANC, Carme Forcadell, con el apoyo de cinco de sus once diputados. De ahí que muchos capitostes e ideólogos del separatismo catalán y del vasco, anden enfrascados estos días en pedir públicamente el voto para Iglesias con denodado entusiasmo.

Completamente de acuerdo creo que estaríamos todos en que los partidos tradicionales, aquellos provenientes de la Transición, se tienen bien ganado su desprestigio. Por indiscutibles merecimientos se han hecho acreedores de un sonoro desprecio en las urnas, de un revolcón. Pero lanzarse en brazos del primer embaucador que se presenta prometiendo imposibles sólo puede empujarnos al abismo. De hecho el nacionalismo no es más que eso: un populismo con tintes palurdistas y terruñeros.

Miles de años desde que los sabios atenienses alumbraron la democracia, para terminar así, con un cardumen de desavisados eligiendo sin criterio.