13 AÑOS DE CRÓNICAS EN ‘CATALIBANES’ 

30 de julio de 2010

Gracias, asesino

Hoy hace un año, ETA asesinó en Calviá (Mallorca) a dos agentes de la Guardia Civil, Carlos Sáenz de Tejada García y Diego Salvá Lezaun, de 28 y 27 años respectivamente, mediante una bomba lapa adosada a los bajos de su todoterreno. Ese día en el foro separatista de RacoCatala.cat se desata el júbilo. Algunos participantes cuelgan emoticonos de caras riéndose, de muñequitos revolcándose y pataleando de risa. Un forero bromea pidiendo que los informativos aclaren «si se trata de dos guardias civiles o de dos personas, pues [para él] no son lo mismo». Más risas. «Uno de ellos no podrá aprobar las prácticas», es la “gracia” que suelta otro. Como al principio las noticias son confusas, algunos foreros fantasean con la posibilidad de que pueda haber un tercer fallecido y canturrean aquel eslogan de IKEA: «Donde caben dooos caben treees». Carcajadas para premiar la ocurrencia. Otro independentista, que no quiere quedarse atrás, improvisa un chiste: «La película se llama “Toma tres verdes fritos”».

Cuatro páginas sucesivas del foro así, en las que hay quien incluso llega a dar las gracias a ETA.


La web Racó Català (‘Rincón Catalán’) está en funcionamiento desde 1999. Con sede en Barcelona, se constituyó como asociación en enero de 2005. Desde entonces, según revelaba la revista Interviú del 11 de agosto de 2008, comenzó a recibir subvenciones del gobierno autonómico: 30.000 euros en 2005, 5.000 en 2006 y 11.000 en marzo del año de publicación del reportaje. El fin de las subvenciones fue publicado en el Diari Oficial de la Generalitat de Catalunya, y no es otro que contribuir al proyecto de ampliación de la web, a la consolidación del equipo de redacción y a los gastos de promoción de este medio digital que —según sus administradores— se dedica a «ofrecer diferentes servicios para aglutinar los distintos movimientos catalanistas».

A día de hoy, ese hilo del foro ha sido borrado.

27 de julio de 2010

Alucinaciones y agravamiento de su estado

El cuadro clínico de la secta es crítico. Desde la fase convulsiva, en que echaba espumarajos por la boca debido al triunfo de la selección española y la proliferación de banderas nacionales en las calles catalanas, su enfermedad ha cursado hacia desatada euforia e intensas alucinaciones visuales y auditivas: ve millones de manifestantes y oye voces de La Haya.

De nada han servido las desmentidoras fotografías aéreas, ni que hasta tradicionales medios separatistas (Avui, Nació Digital, etc.) terminasen, días después, por rebajar sensiblemente aquellas descaradas, infladísimas cifras de la manifestación del 10 de julio. Todo eso le da igual, continúa con la falacia del millón y medio (incluso he llegado a leer a un forero anónimo clasificarlo de la siguiente absurda manera: «un millón de independentistas eran de Barcelona, y el otro medio millón, del resto de Cataluña»; ¡hala!, así. Y se quedó tan ancho). Para atizar más el fuego, a la semana, el día 18, La Vanguardia publicaba una irrisoria encuesta según la cual el ¡47%! de la población de Cataluña quiere decir adiós a España. No nos conviene caer en la ingenuidad de olvidar que su propietario, el Grupo Godó, viene recibiendo desde hace años sustanciosas subvenciones del tripartito por dicho diario y también por el canal 8tv, del que es accionista mayoritario.

La encuesta de mayor fiabilidad es la del último pseudoreferéndum secesionista, celebrado en Puigcerdà (Gerona) el pasado domingo 19: una ridícula participación del 13,48%. Proporción, ésta sí, concordante con las de otros sondeos —incluidos los encargados por la Generalidad— elaborados antes y después del de La Vanguardia, y que asignan al separatismo sólo entre un 16 y un 18% de apoyo.

Lo de las voces es más preocupante. La secta, la misma que rechaza y desacata el veredicto del Tribunal Constitucional porque no le gusta, enarbola con alborozo la sentencia no vinculante de la Corte Internacional de Justicia de la ONU, establecida en La Haya, que no ha encontrado violación de las leyes internacionales en la secesión de Kosovo. A los separatistas catalanes les ha convenido interpretar esto como un espaldarazo a sus tesis, como un salvoconducto jurídico para la desmembración de cualquier territorio. Ningún efecto les ha causado que el artífice del engendro kosovar, Estados Unidos, despejase a través del portavoz de su Departamento de Estado, PJ Crowley, que la sentencia no es extrapolable a Cataluña, Vascongadas ni a ninguna otra región de Europa. Peor aún, esta decisión judical sorprendería a cualquier estudiante de Derecho o persona bien informada porque contraviene las resoluciones del propio Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, en concreto la número 1244.

Kosovo es actualmente un narco-estado que obtuvo su independencia por oscuros y bastardos intereses norteamericanos que quizás algún día conozcamos, como se desprende del reportaje publicado por El Imparcial el 21 de febrero de 2008. La organización terrorista secesionista UÇK, financiada en su génesis por la mafia albanesa, es hoy la que controla el gobierno del país y el paso de la heroína afgana a través de los Balcanes hacia Europa, por un valor de dos mil millones de dólares. En los últimos años, ha extendido también sus tentáculos al tráfico de cocaína colombiana. De lo único que puede ser ejemplo esa bochornosa nación recién surgida de una guerra fratricida es de corrupción política y pobreza. Una comparativa de la CIA refleja que la renta per cápita anual de Kosovo es de apenas 2.500 dólares, sólo 100 por encima de la de Nigeria.

En ese espejo es donde se miran nuestros fascistillas de espardenya y monoceja.

22 de julio de 2010

Los sediciosos

Bien podría ser ése el título de una de aquellas inclasificables películas de Mariano Ozores sobre pícaros ibéricos, que tan exitosamente protagonizaron Andrés Pajares y Fernando Esteso: Los liantes, Los bingueros, Los energéticos, Los chulos... El pasado 5 de julio, el pleno del Ayuntamiento de El Port de la Selva aprobó por unanimidad declarar al gerundense municipio «moralmente excluido del ámbito de la Constitución Española», en airada respuesta a la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto. Eso sí, ningún miembro del concejo se declaró “excluido” de su sueldo y las prebendas, ni moral ni materialmente. Con tan desagradable retoque del documento estatutario y todo, pero ellos ahí, agarrados a la pasta y al poder, al cargo que ostentan gracias al orden constitucional del cual abominan.

La resolución, además, llamaba a los vecinos a «participar masivamente en los actos públicos contra esta sentencia», y a otros ayuntamientos para que siguieran el mismo ejemplo. Y, como de selva va la cosa, resonó igual a aquel famoso alarido de Tarzán convocando en su auxilio a la fauna, de manera que al día siguiente se sumaron el pueblo de Vilafranca del Penedés y el de Sant Pere de Torelló. Montesquiu, Tarrés y Vich lo hicieron a continuación. Y hasta un alcalde en solitario, el de Calders, Jaume Perarnau i Llorens, escribía el 7 de julio una carta a la Delegación del Gobierno liberándose de «la promesa de fidelidad a la Contitución y al Rey de España» que formalizó cuando tomó posesión de su ilustre empleo. Pocas horas pasaron hasta que cinco colegas de su comarca copiaron la hazaña del súbito héroe rural mediante el envío de misivas similares, y luego se retrataron todos juntos en un balcón consistorial sonriendo. Que es que eso de desacatar da mucha risa. Ya puestos, podrían haberse enredado en un pregón parecido al del gran Pepe Isbert en ¡Bienvenido, Mister Marshall!:

—Como alcalde vuestro que soy, os debo una sedición. Y esta sedición que os debo, os la voy a pagar...

El Código Penal tipifica así dicho delito en su artículo 544:
«Son reos de sedición los que, sin estar comprendidos en el delito de rebelión, se alcen pública y tumultuariamente para impedir, por la fuerza o fuera de las vías legales, la aplicación de las Leyes o a cualquier autoridad, corporación oficial o funcionario público, el legítimo ejercicio de sus funciones o el cumplimiento de sus acuerdos, o de las resoluciones administrativas o judiciales».
Y en el posterior artículo, 545, prescribe penas de prisión de diez a quince años para quienes «fueran personas constituidas en autoridad». Aparejadas a la inhabilitación absoluta por el mismo periodo.

El contagio se ha extendido a las más altas instancias. El 15 de julio, el consejero de Interior, Joan Saura, arrojaba esta chulesca y escuetísima respuesta a una interpelación en el parlamento catalán:
«El gobierno [de la Generalidad] no tiene previsto modificar ninguna ley en función de la sentencia del Tribunal Constitucional».
Dos días después, su socio en el tripartito, Joan Puigcercós, proclamaba incendiariamente lo siguiente desde el escenario del festival Acampada Jove, una especie de Woodstock en versión palurda que cada año organizan las Juventudes de ERC:
«No acataremos la sentencia, no transformaremos ninguna de las leyes que nos impone el Tribunal Constitucional. Tenemos el derecho y tenemos la obligación de ser insumisos de la legalidad española».
La última ha sido ayer mismo. Carme Capdevila, consejera de Acción Social y Ciudadanía, anunciando a los medios la plena vigencia de la Ley de Acogida de inmigrantes, pese a incluir varios aspectos de manifiesta inconstitucionalidad.

Sorprendentemente, ni desde el Gobierno de España ni desde la Fiscalía General del Estado se han ordenado detenciones. No se han intervenido judicialmente esos montaraces ayuntamientos, ni se ha suspendido la Autonomía de Cataluña tras tamaños desafíos. Nada de nada. El día que los ciudadanos nos declarásemos moral y pecuniariamente excluidos de nuestros políticos impresentables y dejásemos de pagar impuestos, de obedecer sus arbitrarias leyes, se acabaría toda esta tontería para siempre.

16 de julio de 2010

La ‘manguifestación’

Acostumbrados como están a inventarse naciones, imperios mediterráneos y héroes que huyen, no les debe de costar demasiado a los separatistas inventarse un millón y medio de adeptos en una marcha donde los análisis aseguran que acudió —en realidad— veinte veces menos gente. Además de que el lema de la convocatoria no era a favor de la independencia, sino para defender el Estatuto. Pero les da igual, ellos adelante con la mentira numérica, ufanándose como aquél del “¡mira, mira, mira qué larga la tengo!”, utilizándola estos días como arma política en los parlamentos —el catalán y el nacional—, y también para augurar una pronta e inevitable secesión de España en fechas próximas.

En cualquier democracia lo que cuenta son los resultados salidos de las urnas (cuantificables), y no las exhibiciones callejeras de masas, que es a lo que recurrió Benito Mussolini durante dos días consecutivos para arrebatar el poder en Italia. Además, aunque nos emborrachásemos con vino de Montilla y diésemos por buena la exageración del millón y medio de asistentes, ¿qué importancia tendría frente a los casi siete millones y medio de habitantes de Cataluña, o comparado con los 2.828.332 que en esta región votaron a favor de la Constitución?

Los embusteros no han dado una sola prueba objetiva en la cual apoyar su disparatado cálculo sobre la protesta, que discurrió por una vía (Paseo de Gracia) con sólo ocho travesías. «Es que los manifestantes iban muy juntos y en un m² caben hasta 8 personas», he leído comentar a alguien en los medios. ¡Hombre!, pues, si fue así, preparémonos para recibir una auténtica explosión demográfica dentro de nueve meses, porque con tanto roce...

La cifra definitiva que ha proporcionado la empresa Lynce, especializada en la medición de concentraciones humanas mediante recuento informático de fotografías aéreas, es de 62.000 personas. Con una estimación de error al alza del 20%, que podría elevar la asistencia hasta un máximo de 74.400. Pero no más. Estos datos, así como las imágenes del recorrido y su metodología de contabilización, pueden consultarse en su página www.lynce.es/es/manifadetalle.php?cod=44. Allí encontramos también argumentos que tiran por tierra la falacia, como los siguientes:
«Entendemos el sentimiento de frustración de quienes, obsesionados con el millón “prometido”, no admiten ningún aumento que sólo sea de unas pocas “decenas de miles”. Pero la realidad es una cuestión observable y nosotros mostramos nuestros datos y explicamos el procedimiento por el que llegamos a ellos.
»Nos gustaría que otros “fabricantes” de cifras también pudieran explicar pormenorizadamente sus propios procedimientos».
Pues, ni pío han dicho hasta el momento esos mangantes que fabrican cifras, no. Nada han explicado. Sigamos:
«Lo decimos porque el problema no es esta manifestación de Barcelona, ni cualquier otra de Madrid, Valencia, Bilbao o Zaragoza. El problema reside en quienes propalan la idea de que el millón es fácilmente alcanzable en cuanto vemos que la multitud que podamos tener ante nosotros es realmente MASIVA.
»Créannos, porque es pura física: una foto con un millón de personas en ella es un diamante en bruto. Y mucho me temo (aunque esto es sólo una opinión y no un dato) que ninguno de nosotros ha visto nunca ese diamante en todo lo que llevamos de democracia. Y antes (en la Plaza de Oriente) aún menos.
»Para los aficionados a las cifras millonarias, hemos hecho un pequeño cálculo: la Diagonal es una de las principales avenidas de la ciudad de Barcelona y corta en dos el distrito central del Eixample. Tiene una longitud de unos 11 km y una anchura de 50 metros.
»Pues bien, ni siquiera con una densidad media de 1,7 personas / metro cuadrado (cifra altísima para una multitud en movimiento) podríamos concentrar en todo ese espacio a un MILLÓN de personas».
En fin, lo de siempre cuando hablamos de nacionalismo: muchos fuegos de artificio con pólvora mojada.

13 de julio de 2010

¡Paul Presidente!

Nadie había pedido un cambio estatutario. La población catalana se dedicaba a trabajar y ver crecer a sus hijos, como las demás. Había insatisfechos, sí, los separatistas; pero ésos nacieron así. Y, además, lo que querían era la independencia, sin medias tintas. Quien agitó el avispero y destapó irresponsablemente la caja de los truenos —en comandita con Pasqual Maragall— fue el entonces candidato a la presidencia del Gobierno, Rodríguez Zapatero, impulsando algo no reclamado por la ciudadanía: «Apoyaré la reforma del Estatuto que apruebe el Parlamento de Cataluña», prometió durante un mitin en la Barcelona del 13 de noviembre de 2003, sospecho que con motivos más inconfesables que sólo arañar unos votos. Lo que vino después es ya Historia: la radicalización del envalentonado secesionismo, los agravios entre regiones, el enfrentamiento entre españoles, la llamada de Carod-Rovira a boicotear Madrid 2012, el boicot al cava... La preguerra.

La manifestación nacionalista de este sábado fue un autentico homenaje a la mendacidad:

—Han asistidooooo... un millón cien mil personas —proclamó uno de los organizadores.

—Quita, quita; pocos millones son ésos —le corrigió otro—, ¡millón y medio mejor, con un par!

Pero ni el haber llegado a creerse su propia mentira les hace felices, porque la prensa internacional de lo que ha hablado profusamente ha sido de la victoria española en el Mundial, y no de su show identitario. Y, para colmo, miles y miles de catalanes han tenido la “insolencia” de abarrotar las plazas para ver nuestro triunfo futbolístico en pantallas gigantes, y celebrarlo después con una multicolor marea de rojigualdas. Que ya sabemos que para un separatista son como para Drácula la cruz.

El pasado 9 de julio, Ramón de España escribió al respecto lo siguiente en su inteligente artículo «La Catalunya real sale del armario», en El Periódico:
«Las muestras de júbilo popular ante los triunfos de la selección española en el Mundial de fútbol de Suráfrica tienen muy preocupados a nuestros nacionalistas, siempre dispuestos a sentirse, como los personajes de la novela homónima de Fiodor Dostoievski, humillados y ofendidos. En su opinión, los pérfidos españolistas están saliendo del armario (¿donde ellos han intentado mantenerlos encerrados desde hace más de 30 años?) y hasta se atreven a colgar banderas en los balcones […] ¿Hasta dónde vamos a llegar?, se preguntan nuestros patriotas mientras llevan a cabo acciones tan demenciales como embutirse en una camiseta de la selección alemana y concentrarse en una sede de ERC para dar rienda suelta a su odio al vecino».
Y prosigue en su lúcido diagnóstico:
«Si hubiera manera de razonar con ellos, les diría que las celebraciones catalanas de los triunfos de la selección española son absolutamente lógicas en una comunidad en la que, según las encuestas que se han publicado, más de la mitad de sus habitantes nos sentimos tan catalanes como españoles, sin que ello nos cause la menor esquizofrenia; una comunidad en la que, pese al ruido que hacen y la tabarra que dan, los independentistas no llegan al 20% de la población».
Concluye señalando con precisión los responsables:
«Desde que Jordi Pujol, ese caudillo providencial, decidió que había que potenciar todo lo que nos separaba del resto de los españoles e ignorar convenientemente lo que nos unía, los nacionalistas han ido trabajando con ahínco –y sin encontrar prácticamente resistencia en nuestras fuerzas de supuesta izquierda– en la fabricación de una Catalunya falsa que ha acabado por imponerse a la real. […] han construido un país en el que todo el mundo es independentista, un país más falso que un billete de tres euros, pero que a los nacionalistas les gusta más que el de verdad, pues este no deja de decepcionarles: la gente se queda en casa en vez de acudir a los chuscos referendos independentistas, celebra los triunfos de la selección española y detesta cada vez más a los políticos locales, esos personajes que para cada solución tienen la habilidad de encontrar un problema».
Mortificados como estamos por politicuchos renegados, el pulpo Paul, ese simpatiquísimo octópodo de Oberhausen, sí ha creído en España. Su palmarés de aciertos es impresionante, ha predicho partido tras partido todos los triunfos de nuestros campeones. Nunca nos ha fallado. Por lo que parece obvia la conclusión: deberíamos poner a ese entrañable habitante de acuario en el cargo de quien habita La Moncloa. Aseguro que lo desempeñaría muchísimo mejor.

11 de julio de 2010

Reflexiones sobre el desfile

La Pasarela Barcelona albergó ayer la enésima pataleta del nacionalismo. Tras lo cual, he llegado a las siguientes conclusiones:
1.º Que la manifestación era contra la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto.
2.º Que los separatistas se la han apropiado y hecho creer que todos allí pedían la independencia de Cataluña.
3.º Que la Guardia Urbana, a las órdenes del Ayuntamiento gobernado por el PSC —uno de los convocantes—, ha cifrado la asistencia en un millón cien mil personas.
4.º Que la Ciudad Condal cuenta con una población de sólo 1.621.537 habitantes (datos del Instituto Nacional de Estadística, de 2009).
5.º Que con semejante ojo para los cálculos, como para fiarse de la Guardia Urbana cuando multa por exceso de velocidad a los conductores.
6.º Que en el referéndum, los separatistas votaron en contra del Estatuto, pero ayer salieron muy irritados a protestar por el minirecorte del TC.
7.º Que los organizadores desplegaron autocares semigratuitos para llevar a gente desde todos los rincones de la región.
8.º Que —según denuncia el partido Ciutadans— la organizadora de la manifestación Òmnium Cultural, ha recibido 7,6 millones de euros en subvenciones por su supuesto carácter como entidad «de utilidad pública», pese a estar dedicándose a fines políticos.
9.º Que la inmensa mayoría de cuantos protestaban ni siquiera se ha leído el Estatuto.
10.º Que ninguno de los manifestantes se quejó de la galopante corrupción autonómica.
11.º Que los separatistas intentan conseguir por las bravas lo que no ganan en las urnas, como hizo Mussolini mediante la Marcha sobre Roma, en 1922.
12.º Que quienes presumen de “demócratas”, exhibieron el lema: «El pueblo no acata».
13.º Que todos debemos acatar las leyes y sentencias, menos los nacionalistas.
14.º Que a Montilla casi le dan a probar de la misma “medicina” que muchos catalanistas nos llevan propinando durante años a quienes cometemos la osadía de no pensar como ellos.
15.º Que para ofenderle y vejarle, le gritaron: «¡charnego!».
Y la peor conclusión de todas: los españoles estamos cada día más enfrentados por culpa de estos políticos agitadores, que serán los primeros en huir por la frontera —con el dinero, por supuesto— si esto acaba en guerra civil.

6 de julio de 2010

Premeditada indignación

Si algo caracteriza a los separatistas es el cinismo. Un cinismo proverbial, descarado, sin medida. Están instalados en la mentira, que es el líquido amniótico donde evolucionan hacia formas asombrosas de desvergüenza. Y lo mismo falsean la historia, que tergiversan la actualidad en obsceno ejercicio de lo que han bautizado eufemísticamente como patriotisme català.

En el referéndum celebrado el 18 de junio de 2006, votaron en contra del nuevo Estatuto de Autonomía siguiendo las consignas de la oficina parlamentaria del secesionismo, Esquerra Republicana. Consideraban eso del “estatutet” una engañifa colonialista amasada desde Madrid que de ningún modo les interesaba. Porque a ellos lo que les va es lo hard, lo duro. Quieren directamente una Constitución Catalana subsiguiente a la proclamación de su tan ansiada independencia.

Por ello sorprende la última desfachatez que han protagonizado: el pasado martes 29 de junio, escasas horas después de conocerse que el Tribunal Constitucional les iba a recortar un poquitín su repudiado texto estatutario, varios centenares se echaron a la calle con banderas secesionistas (estelades) para protestar enérgicamente en la Plaza de San Jaime de Barcelona, sede del Palacio de la Generalidad y del Ayuntamiento. Vivir para ver. Y es que acechan cualquier mínima circunstancia que poder aprovechar incendiariamente para la explotación del victimismo, para argüir otra vez:

—¿Veis?, España odia a Cataluña. No respeta nuestro autogobierno ni nuestra voluntad popular. Despertad. No nos dejan otra opción que marcharnos porque no cabemos dentro de su excluyente y fascista concepto de la democracia —ellos, precisamente ellos que votaron en contra.

La cita (en la imagen) tuvo más de Rave Party que de manifestación política, ya que los “indignadísimos” vociferantes escenificaron un multitudinario brindis por la independencia con cava de una entidad autodenominada como Red de Establecimientos con Conciencia Nacional, al nada barato precio de 5 euros cada vaso. Es decir, se aprovechó para hacer caja. Pues no debemos olvidar que, en el fondo, todo esto del nacionalismo no es más que un monumental negocio urdido por cuatro espabilados —y algún robahuevos— y sustentado sobre una masa de tontos útiles.