Por una Barcelona hecha cañada, las masas trashumaron el 11 de septiembre hasta convertir en clamoroso éxito la manifextorsión de la Diada. Esa misma sociedad que no se concentra para protestar por treinta años de despilfarro y corrupción nacionalista institucionalizada (comisionismo del 3% y el 4% de empresas adjudicatarias de obras públicas, agujero de Banca Catalana, pago de informes de dudosa utilidad, trama de concesiones de ITV, Caso Millet o de presunto saqueo del Palau de la Música para Convergència Democràtica de Catalunya y sus dirigentes, Caso Pallerols o de presunto desvío a Unió Democràtica de Catalunya de fondos para subvenciones, Caso Casinos de financiación de Convergència, Caso Estevill, Caso BFP, Caso Pretoria, informe policial sobre cuentas en Liechtenstein y Suiza, y un larguísimo etcétera), sí lo hizo, en cambio, para dejarse pastorear ordenadamente aquella tarde. Una sociedad enferma, en definitiva.
Pletórico, henchido de felicidad por el amplio seguimiento logrado, el presidente de la Generalidad no dudó en pasarles la mano por el lomo a tan numerosos y obedientes asistentes: «Creo que hemos ofrecido al mundo y a Europa la imagen de la mejor Cataluña», diría en comparecencia pública al día siguiente.
Es decir, que la Cataluña peor la compusimos los ausentes.
No transcurrieron ni nueve días cuando el bandolero Mas, con la secesión bien afilada, bajó de Sierra Moreneta para asaltar al asustadizo señorito del cortijo monclovita. A amenazarle con la independencia si no le entregaba dinero para pagarse... la independencia.
Cartel electoral de CiU representando a Artur Mas con ademán mesiánico sobre un oleaje de banderas catalanas y separatistas, objeto
de mofa en las redes sociales por su similitud con Moisés separando las aguas del Mar Rojo en la película Los diez mandamientos
de mofa en las redes sociales por su similitud con Moisés separando las aguas del Mar Rojo en la película Los diez mandamientos
La represalia ante la negativa fue un tremendo trabucazo de elecciones autonómicas anticipadas que han traído todavía más gasto público y una hemorragia de inestabilidad. Es la táctica de Mas, consistente en agitar violentamente para ver cuánto saca. Con propagandismo del odio, con desacatos judiciales, con sistemáticos desafíos y el uso de recursos autonómicos contra el orden constitucional. Agitar, como lo hizo con la Marcha sobre Roma en Cataluña de hace dos meses —que él mismo organizó pero no osó encabezar—. Y con este plebiscito separatista vestido de convocatoria electoral. Sabe que en algún punto del recorrido el Gobierno cederá. Es la estrategia del miedo.
Democracia para destruir la democracia. Demolición del Estado desde dentro. Como en 1933 en Alemania. Pero con atraco primero.
En Algunos países una mayoría aplastante ve bien hoy en día, la lapidación, ¿como podemos denunciar la manipulación de las masas por quienes administran nuestro dinero en su beneficio? ¿En las masas pueden seguir creciendo su odio, alimentado por insaciables adictos de nuestro dinero publico? ...
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