13 AÑOS DE CRÓNICAS EN ‘CATALIBANES’ 

21 de enero de 2015

Fraude

Ha vuelto a hacerlo: el golpista y trilero Artur Mas intenta pegárnosla de nuevo con el timo del votomocho y ha adelantado las elecciones para el próximo 27 de septiembre, revistiéndolas de carácter plebiscitario como paso previo a una proclamación de secesión.


Posando ante los periodistas en el Palacio de la
Generalidad la noche del pasado 14 de enero,
tras el anuncio del adelanto electoral
Serán los terceros comicios autonómicos que se celebran en Cataluña en menos de cinco años (28 de noviembre de 2010, 25 de noviembre de 2012 y ahora, estos), con los gastos y el consiguiente clima de inestabilidad política, ecónómica y social que provoca.

La fecha elegida no lo ha sido al azar: en la Ciudad Condal, donde hay gran población (1.611.822 habitantes, según los últimos datos del Ayuntamiento de Barcelona) y relativamente poca proporción de separatismo, tanto en la urbe como en su cinturón metropolitano ―recordemos que es una ideología eminentemente rural―, cae en puente debido a la festividad de la Virgen de la Merced. Y es este un factor que posiblemente favorecerá allí la abstención. A lo cual cabe añadir que, gracias al sistema electoral diseñado por el entonces presidente Jordi Pujol para privilegiar el voto de los feudos del nacionalismo, la obtención de un escaño en el Parlamento autonómico por las circunscripciones de Lérida o Gerona, cuesta entre cuatro y cinco votos menos que por la de Barcelona.

Lo más asombroso es que el día en que el presidente Mas anunció la convocatoria electoral desde el Palacio de la Generalidad, estuvo flanqueado por dos señoras a quienes nadie nunca ha elegido democráticamente: Carme Forcadell y Muriel Casals; presidenta de la Asamblea Nacional Catalana (ANC) la una, y de la hipersubvencionada Òmnium Cultural la otra, dos organizaciones radicales dedicadas a la propaganda y la agitación. Esa es la seriedad institucional reinante aquí.

Referéndum de autodeterminación de Cataluña del 9-N: chavales de 16 y de 17 años de edad ejerciendo el sufragio; inmigrantes sin papeles, también; urnas de cartón y papeletas recortables a lo Art Attack, autofotos de gente votando tres veces... y al final de la jornada, la mano inocente de Oriol Junqueras efectuando el recuento. Si algo positivo aportó la celebración de aquel acto ilegal, inconstitucional y judicialmente prohibido fue dejar al descubierto otra más de las muchas mentiras del movimiento separatista: la de que este proceso secesionista nace de un clamor mayoritario del pueblo y a él se han sumado después los políticos, no sin cierto oportunismo. Pues bien, de creer las cifras de resultados que ellos mismos cocinaron, más del 71% de la población catalana llamada a pronunciarse mostró desinterés por romper con el resto de España: absteniéndose, o emitiendo votos en contra. Pero ellos siguen adelante con sus planes, simulando el éxito que no fue.

¿Hasta dónde llegarán? Sencillo: hasta donde se les deje.