13 AÑOS DE CRÓNICAS EN ‘CATALIBANES’ 

21 de octubre de 2010

Año I d.C.

Por sorprendente que parezca, existen en Cataluña extremistas que consideran a Esquerra Republicana un insufrible partido “españolista” vendido a ese imperialismo castellano imaginario por el que tan oprimidos y atormentados se sienten. Para ellos, para los más descontentos y recalcitrantes, han aparecido dos grupúsculos con posibilidades de obtener representación parlamentaria el próximo 28 de noviembre según las encuestas.

El primero en montar el suyo ha sido Joan Carretero, un escindido de ERC que llegó a conseller (el equivalente a ministro) en el tripartito de Maragall, y terminó destituido por unas polémicas declaraciones al diario La Vanguardia. Lo ha bautizado como Reagrupament ('Reagrupamiento'), partido sin mayores objetivos que desgajar esta región de España y rebañar desencantados de las “moderadísimas” maneras de Puigcercós y su troupe.

Y es que la secta le ha visto las orejas al lobo y ha cambiado de estrategia: ya no pretende, como antes, la realización de un referéndum secesionista oficial, vinculante, pues se saben minoritarios y dudan de que lo ganasen. Varias dosis de realidad les han disuadido de ello. Por ejemplo, el masivo seguimiento y las celebraciones de las victorias de la selección española en el Mundial de fútbol protagonizadas por los catalanes. Pero sobre todo el fracaso cosechado con las consultas extraoficiales que llevan escenificando desde hace un año. La quinta oleada se ha saldado el domingo con una ridícula participación del 6%, que evidencia el desinterés de la población por experimentos disgregadores.

En lo que andan poniendo actualmente sus esperanzas los separatistas es en la obtención de una mayoría suficiente de diputados en el Parlamento autonómico (un mínimo de 68, la mitad más uno de la Cámara) que proclame unilateralmente la secesión. Después, en un plazo máximo de seis meses, convocarían un referéndum para —tal y como explicó el propio Carretero en una entrevista televisiva la semana pasada— legitimar el proceso y granjearse la aceptación internacional. Pero existe trampa en dicho planteamiento, como suele suceder cuando hablamos de estos personajes: lo que los electores harían en las urnas no sería decidir la independencia (ésta ya no tendría vuelta atrás, sería irreversible, un hecho consumado), sino votar una Constitución catalana que formalizase y prestase apariencia democrática al engendro.

Joan Carretero, que lleva también en su programa un proyecto de regeneración de la política por él llamada «nacional», no concurre a las elecciones ligero de equipaje en este sentido. En 2009, a solicitud de los querellantes, la Audiencia de Gerona ha reabierto una archivada causa penal contra él por prevaricación en la recalificación de unos terrenos cuando era alcalde de Puigcerdà. Mas no acaba ahí la cosa. Unos meses antes, en noviembre de 2008, la prensa publicaba que tras su salida de la Generalidad, estuvo cobrando durante casi dos años un abultadísimo sueldo de 32.000,04 euros como codirector de un hospital que aún no había empezado a construirse y del cual sólo existía una maqueta.

Hemos entrado en una nueva era de mayor radicalidad nacionalista si cabe y líderes mesiánicos. Estamos en el año I después de Carretero.

10 de octubre de 2010

Le llamaban Pérez

Aprovechando que estaba en España en vez de por Perpiñán charlando con la ETA, este jueves pasado la emisora COMRàdio entrevistó a Josep-Lluís Carod-Rovira. Podría haber resultado sumamente interesante, una impagable ocasión para preguntarle, por ejemplo, qué requisitos cumplía su hermano Apel∙les cuando lo colocó de embajador de Cataluña en París, la plaza más codiciada; o si le parece bien que los monitores de un campamento financiado por su Govern prohibieran a los niños seguir por televisión la victoria de la selección española en la final del Mundial; o incluso, ya puestos, cómo prefirió el café Josu Ternera durante la reunión entre ambos, si corto de leche, o largo de pólvora y muerte. Pero no. Muy al contrario, se trató de una entrevista obediente, sumisa, servil, felpudesca. Milimétricamente diseñada por el locutor-geisha para el lucimiento y la promoción política del personaje en cuestión, como suelen hacer los medios de comunicación del Régimen con los suyos, con el cacicazgo. Periodismo de altura. A la altura del betún.

Una de las cosas que le escuché al insigne invitado desde su micrófono fue agitar a la audiencia con otro insufrible agravio en la ya interminable lista: que la Generalidad no tiene competencias sobre un aeropuerto tan importante como el de Barcelona. ¿Y para qué quiere manejar el aeropuerto? Vamos a ver, ¿qué capacidad gestora han demostrado él y los suyos? Porque estamos hablando del vicepresidente de un gobierno autonómico que, tras siete años en el poder, ha empobrecido y desindustrializado aún más la región catalana. Del hombre que regaló un millón de euros nuestros a un jefe indio asomado de una selva ecuatoriana. Del mismo que viene enviando muchísimos millones al sur de Francia, a Valencia y Baleares para catalanizarlos. De esa especie de Phileas Fogg con barretina, constantemente embarcado en carísimos viajes transoceánicos que le costeamos aquellos a quienes la crisis nos tiene vedado hacer turismo.

Como acertadamente escribiera Carmen Rico Godoy en Diario 16, el 22 de enero de 1990, sobre los nacionalistas catalanes y vascos:
«Disfrutan de unos estatutos de autonomía con bastantes más competencias de las que son capaces de gestionar de manera adecuada, precisamente porque son incompetentes. Cuantas más competencias tienen, más incompetentes».
El final de esta genuflexa interviú fue apoteósico, auténtico recital de la chulería habitual en nuestro simpatiquísimo trotamundos: especificó que algunos tienen motivos identitarios y culturales para anhelar secesionarse de España; otros, de índole económica. Pero que no se necesitan en realidad razones. Simplemente, se pide la independencia porque a uno le «da la gana». Ea.

La verdad es que los de mi población estamos pensando seriamente independizarnos de Cataluña. ¿Debido a que estamos hartos de golfos envueltos en cuatribarradas, de políticos ávidos de competencias transferidas para mangonear más y mejor?, ¿hastiados de corrupciones, de treses por ciento y teuvetreses, de periodismo simulado y comprado a granel desde los despachos oficiales? Innecesario detallar. Queremos decir adiós porque sí, porque nos da la gana. Según la lógica de Carod-Rovira, ¿también tenemos derecho a ello, verdad? ¿O nosotros no?