13 AÑOS DE CRÓNICAS EN ‘CATALIBANES’ 

29 de mayo de 2011

¡A ver si apuntáis mejor!

En la tarde del 29 de mayo de 1991 ―se cumplen hoy veinte años―, tres etarras deslizaron un coche cargado de explosivos en el interior del patio de la casa-cuartel de la Guardia Civil de Vich (Barcelona). El edificio, prácticamente, desapareció por la deflagración. 44 personas resultaron con heridas y mutilaciones diversas. Y de entre los escombros se recuperó una decena de cadáveres, incluidos los de cinco menores de edad. Apenas dos días después del atentado, el 31 de mayo, Josep-Lluís Carod-Rovira, diputado y portavoz de Esquerra Republicana de Catalunya en el Parlamento autonómico, y ya por aquel entonces hombre fuerte del partido, publicaba en el subvencionado diario Avui una carta abierta a la organización terrorista. Carta que, pese al tiempo transcurrido, sigue estremeciendo leer por los términos en que fue escrita. Tituló aquella monstruosidad como «ETA, Kataluñatik kampora!» (‘¡ETA, fuera de Cataluña!’, en vascuence), y esta es su traducción íntegra:
«Hacía meses que tenía miedo de tener que escribir este artículo. Miedo de volver a defender las razones de los catalanes con nuestra arma más potente: la palabra. Miedo de contraponer los argumentos a las armas. Pero he visto lo de Vich. He oído lo de Vich. He sufrido lo de Vich. Y no puedo callar. He de alzar mi voz de independentista contra la de otros supuestos independentistas. Debo hacerme oír, con los que defienden el derecho de todos los pueblos del mundo a decidir su presente y su futuro sin injerencias, frente a unos extranjeros que pretenden hacer creer que ondean el mismo estandarte, pero que lo hacen con violencia y en mi país. ¿En nombre de qué? ¿En nombre de quién? ¿Con qué derecho? ¿Quién os autoriza?
»Cada tierra hace su guerra, y esta tierra no es la vuestra, ni esta forma de luchar es la nuestra. Habéis vuelto a salpicar de sangre inocente este país. Habéis vuelto a interferir en nuestro lentísimo proceso hacia la liberación nacional, sin importaros lo más mínimo nuestra situación como pueblo, el estado de nuestra conciencia colectiva, la complejidad enorme de nuestro contexto, las dificultades constantes con las que hemos de potenciar nuestro mensaje todos aquellos que, desde siempre, contra toda adversidad, trabajamos para que un día la nación catalana figure con un color propio en el mapa de Europa. Habéis demostrado que os choteáis del concepto de internacionalismo y que la solidaridad entre los pueblos, incluso entre los pueblos oprimidos, ocupados, expoliados, descuartizados, por los mismos Estados, como es el caso vasco y catalán, os trae sin cuidado.
»No obedecéis otra lógica que la vuestra, ni otros intereses que los vuestros. ¿Pero sobre qué podéis basar una lógica que desprecia, con toda impunidad, con una presuntuosidad típicamente española, la lógica de los demás, en su propia casa? ¿Cuáles pueden ser esos intereses que van, objetivamente, contra los intereses de otro pueblo, tan oprimido como pueda serlo el vuestro, en su propio territorio? A ver si, de una puñetera vez, al margen de la dialéctica, tan española por cierto, de los puños y las pistolas, sois capaces de entenderlo: los vascos no sois españoles. De acuerdo. Pero los catalanes, tampoco. Y con acciones como ésta no hacéis otra cosa que españolizar Cataluña. Convertís los Países Catalanes en tierra enemiga y a sus habitantes en gente hostil. Y no lo somos. Deberíais saberlo.
»Cada bomba vuestra en nuestro país es una bomba contra el pueblo catalán, un torpedo contra la línea de flotación del independentismo catalán. Los avances políticos que vamos haciendo, la victoria progresiva en las conciencias de los ciudadanos que vamos consiguiendo, día tras día, se desmoronan gracias a vosotros. Somos nosotros quienes salimos perdiendo. Es la Cataluña nacional, y las personas concretas, quienes padecen sus estragos, y no España y todo su aparato. Pero eso no parece importaros. Tanto da, por lo que se ve, que con la estulticia de vuestras acciones nos perjudiquéis a nosotros y destruyáis nuestro tradicional sentimiento de simpatía hacia el pueblo vasco. Con vuestra torpeza nos lo ponéis imposible. Si os pagasen para hacerlo peor, seguro que no conseguirían que superaseis vuestra impericia. Y habéis ido, precisamente, a Osona, allí donde el nivel de conciencia nacional es más elevado, allí donde el independentismo político obtiene unos mejores resultados electorales y donde las fuerzas de disciplina española están más debilitadas.
»Sabemos en qué situación se encuentra Euskadi. Sufrimos con el pueblo vasco el drama de un pueblo condenado a la aniquilación de su condición nacional. Sufrimos a su lado el negro horizonte de una lengua mermada, de una cultura ahogada, de una nación despedazada. Conocemos ese dolor, porque también es el nuestro. Pero no vamos a Euskadi a interferir en su proceso. Es su país, no el nuestro. Luchando por nosotros, en nuestra casa, a nuestra manera, somos solidarios con su causa y con la de todos los pueblos del mundo que quieren ser libres. Y, del mismo modo que no pretendemos imponer nuestra lógica en casa de otros, no podemos consentir que otros lo hagan en la nuestra».
Nótese que en sus palabras no se trasluce humanidad, preocupación o indignación alguna por los muertos y sus familiares, por esas vidas y cuerpos rotos; por la tragedia de los heridos, como la niña con el pie amputado que aparece en la imagen —fotografía ésta que, en su día, dio la vuelta al mundo—, mientras un ensangrentado agente de la Benemérita la evacua del lugar del horror. Carod-Rovira habla únicamente en términos estratégicos. Les reprocha a los asesinos el contratiempo político que esto supone para el secesionismo catalán, lo mucho que este tipo de acciones obstaculiza su avance. Y, cuando les quiere ofender, recurre a llamarles “españoles” (achacándoles una presuntuosidad «típicamente española», o el uso de una dialéctica —«tan española», según él— como la «de los puños y las pistolas»). Absolutamente obscena, dentro de este contexto de mutilación y muerte provocados por la detonación de los más de doscientos kilos de amonal con que iba cargado el coche-bomba, resulta la utilización que Carod hace de los verbos descuartizar (segundo párrafo), aniquilar y despedazar (ambos en el quinto) para describir la presunta actuación histórica de los Estados español y francés sobre Vascongadas. Igual que su empleo de palabras como sufrir, drama y dolor para referirse a la situación política de dicha región. Y prosigue con el mismo impudismo semántico en los dos últimos párrafos, que vienen a continuación, donde reconoce además haber mantenido encuentros con la banda armada:
«Entendemos que es necesario forzar una negociación política. Que es insostenible la angustia del medio millar de encarcelados y la aflicción de más de dos mil exiliados. ¿Pero, es que creéis, de verdad, que facilitaréis el acceso a una salida pactada poniéndoos en contra, incluso, de quienes, compartiendo los objetivos, se oponen a los procedimientos? Por temperamento personal, por convencimiento ideológico y por eficacia política, soy contrario a la violencia. A toda violencia. Principalmente a la violencia institucionalizada, barnizada, de los Estados. Pero también a la de los oprimidos. Sobre todo cuando, como en vuestro caso, los oprimidos han perdido el sentido de la orientación y matan indiscriminadamente, niños incluidos.
»Nada de lo que ahora os comento resulta nuevo para vosotros. Os dije, hace año y medio, en algún lugar de Euskadi, cuando, en nombre de mi partido, os pedí, formalmente, que no actuaseis más en mi país. Habéis respetado la petición, durante seis meses. Ahora, sólo me atrevo a pediros que, cuando queráis atentar contra España, os situéis, previamente, en el mapa. Los catalanes estamos más que hartos de constatar, a lo largo de la historia, cómo hay quien se siente legitimado para decidir en nuestro nombre. Y nuestro futuro, y nuestro presente, en paz y en libertad, únicamente nos corresponden a nosotros. No cedemos la decisión a los españoles. Pero tampoco os la cedemos a vosotros. Sólo los catalanes podemos hablar, y decidir, en nombre de nosotros mismos. Eso, y no otra cosa, es el derecho a la autodeterminación nacional. Un derecho por el cual, en Euskadi, mucha gente ha dado la vida y ha luchado y lucha con todas sus fuerzas. En los Países Catalanes, también. Porque nadie tiene derecho a suplantar nuestra propia voz. Vosotros, tampoco».
«Ahora, sólo me atrevo a pediros que, cuando queráis atentar contra España, os situéis, previamente, en el mapa», dice en su misiva. O sea, que cuando les entren ganas de matar, que lo hagan de los limites provinciales hacia allá. Pero en Cataluña, no, que es su casa. Y, encima, le estorba a él para sus reivindicaciones separatistas.

Despues de todo esto, nada, absolutamente nada de cuanto me viene a la mente es publicable. Prefiero dejarlo aquí.