13 AÑOS DE CRÓNICAS EN ‘CATALIBANES’ 

12 de septiembre de 2013

El eslabón perdido

11 de septiembre, festividad por antonomasia del nacionalismo catalán. Conmemoración de la invasión castellana de Cataluña que jamás sucedió. Barra libre de falsedades históricas y mentiras. Exhibición del peor folclorismo. Victimismo a gogó.

Como eso de una marcha multitudinaria o trashumancia a favor de la secesión ya lo hicieron el año pasado, para esta Diada la Sección de Coros y Danzas de la Generalidad eligió formar una gigantesca cadena humana. ¡Eso sí!, colándonosla como si de una iniciativa popular espontánea canalizada por la Assemblea Nacional Catalana se tratase, igual que en anteriores ocasiones.

Vía Catalana es el nombre que los organizadores dieron a esa especie de macrocorro de la patata, para seguir cultivando la perversa sinonímia entre los conceptos catalán y antiespañol. Y allí estuvieron los de siempre: subvencionados, subvencionables, fanáticos de mirada perdida, catetos levitando, tresporcientistas y cuatroporcientistas, cantantes olvidados, artistillas de rodillas, cuentatrolas, exaltados poniendo los ojos en blanco, zampacalçots con cargo al erario, intelectuales de la talla de Joel Joan, 1.714 iluminados, charnegos agradecidos, justomolineristas, gente lavando sus orígenes, el humorista Alfons López Tena ―detenido tras protagonizar un altercado―, magos capaces de convertir dinero público en privado, adictos a la catalaína, uno que quería ligar, chamanes de la nación en ciernes, tribalistas de hoy, caciquistas de ayer, subsaharianos con barretina, políticos sonrientes, robahuevos con escolta, un hijo de Pujol... y mucho, mucho gaznápiro timado con los espejuelos y las cuentas de vidrio brillantes que el régimen separatista vende como piedras preciosas.


Publicidad de un zurrón con productos autóctonos y
etiquetados en catalán, al precio de 12 euros, para
avituallar a los participantes en la cadena humana
Conectar los extremos norte y sur de Cataluña constituía un objetivo muy ambicioso. Y más así, a base de voluntarios en vez de con enfermos apuntados en las listas de espera de la sanidad catalana. Una distancia de 400 kilómetros, divididos por la organización en 78 tramos de 500 metros cada uno, que quedó finalmente cubierta de manera exitosa por cientos de miles de personas. No llegaron a ser tantas como las que consigue reunir el régimen de Corea del Norte o como las que desfilaban en Roma ante Mussolini, pero casi. Todo se andará, que por algo los métodos de propaganda y adoctrinamiento son los mismos.

No obstante, en el colorista evento de ayer pesó una importantísima ausencia: la de Artur Mas. ¿Por qué no fue el principal beneficiario e instigador del numerito?, se habrá preguntado más de uno. ¿Estaría en Liechtenstein? Si hasta parece que actúa como algunos otros presidentes de la Generalidad, que con sus encendidas arengas enviaban a los demás a luchar mientras ellos corrían en dirección contraria hacia lugar seguro. Bueno, pues no. El Molt Honorable i molt endeudado Artur rehusó acudir a entrelazar sus manos con las de sus abnegados súbditos por la sencilla razón de que él prefiere hacer las cadenas de otra manera: dando 893 millones de euros (150.000 millones de pesetas) a la cadena TV3 en los últimos tres años para que no deje de suministrar burundanga a la población. Y todo ello mientras cierra servicios hospitalarios, reduce la disponibilidad de las ambulancias, se salta las pagas extra de los funcionarios, no abona los medicamentos a las farmacias...