13 AÑOS DE CRÓNICAS EN ‘CATALIBANES’ 

22 de febrero de 2011

Cantinflas en Madrid

Si en una película de Mario Moreno “Cantinflas” apareciera algún ficticio país dirigido por políticos que, pese a conocer todos el mismo idioma, se obstinaran en emplear entre ellos lenguas locales y recurrieran a intérpretes para entenderse, sin duda pensaríamos que el guionista había tenido un mal día. Que algo así resulta demasiado disparatado incluso para un largometraje de corte tan cómico como los protagonizados por el recordado actor de caídos pantalones. Bien, pues exactamente eso es lo que está ocurriendo aquí.

Se materializó hace cinco semanas, ha tenido lugar ya en varias sesiones y, tras ser aprobada el 21 de julio último en la reforma del Reglamento de la Cámara Alta, viene a satisfacer una antigua reivindicación nacionalista: la utilización de catalán, vascuence y gallego en el Senado mediante auriculares con traducción simultánea.

No han faltado deficitarios neuronales que, sin entender todavía de qué va la historia, se han apresurado a elogiar la medida como si supusiese un importantísimo progreso democrático. No, esto, lo que es, es una monumental imbecilidad, la entronización del catetismo. Y otra cesión más a los separatistas. Países con un nivel democrático muy superior al nuestro, y que cuentan también con varias lenguas regionales y dialectos en su territorio, no escenifican esta clase de mamarrachadas.

Con el cumplimiento de esta exigencia avanza el nacionalismo en el objetivo que desde siempre ha tenido: laminar la convivencia y atacar cuanto nos une como nación, con especial ensañamiento en nuestro idioma común. La lengua no es para ellos herramienta de comunicación, sino signo racial diferenciador. Es el principal ariete que blanden para derribar al Estado porque, en su delirante mentalidad, identifican lengua con nación. Y encima nuestros representantes vuelven a doblegarse concediéndoles ahora esto. Nadie —y da igual el tiempo que se tomase para responder— podría citar una sola concesión que los nacionalistas hayan hecho desde la transición hasta hoy. Sencillamente, porque no ha habido ninguna. Muy al contrario, han ido inexorablemente avanzando posiciones, ganando terreno. Y los políticos nacionales que tienen enfrente, cediéndoselo. Unos, por interés, como pago por la compra de apoyos parlamentarios ocasionales; y los demás porque ingenuamente siguen creyendo que, a base de darle y darle, el monstruo separatista terminará aplacándose y encontrando definitivo acomodo en este país que tan antipático se le antoja todavía.

A cambio, los enemigos declarados de España nos lo pagan renegando diariamente de ésta y persiguiendo a quienes no somos de su cuerda. El tripartito antes y el gobierno de CiU ahora se están saltando impunemente la legalidad, desacatando las sentencias del Tribunal Supremo y del Tribunal Constitucional. Atropellan y pisotean nuestros derechos civiles en materia lingüística. El español, por ellos considerado como una anomalía a extirpar, ha sido erradicado completamente de la educación. Y de los canales de radio y televisión de la Generalidad también. De la vida pública en general. Todo lo emanado en Cataluña de las administraciones locales está únicamente en catalán: las placas con los nombres de las calles, los letreros de autopistas y autovías (en la imagen), los indicadores de las carreteras, las señales de tráfico, los letreros exteriores e interiores de ambulatorios y hospitales, los avisos en los transportes públicos, las instrucciones de los parquímetros… Todo, absolutamente todo es ya monolingüe en esta taifa. Pero nosotros nos gastamos un dineral en ponerles traductores a los senadores secesionistas porque sí, para que les dé placer. Y porque somos así de memos.