13 AÑOS DE CRÓNICAS EN ‘CATALIBANES’ 

16 de abril de 2019

Los hijos del odio

11 de abril de 2019: la asociación de estudiantes constitucionalistas S'ha Acabat (‘Se ha acabado’) tiene programada una conferencia sobre nacionalismo y populismo en la Universidad Autónoma de Barcelona. Contará con la participación de Cayetana Álvarez de Toledo, junto a los dirigentes del Partido Popular Alejandro Fernández y Josep Bou; de la eurodiputada de UPyD Maite Pagazaurtundúa y del candidato por Ciudadanos Manuel Valls, así como de miembros de Sociedad Civil Catalana.

Dos centenares de separatistas que aguardaban a las puertas del auditorio, forcejean violentamente para impedirles el acceso. Les chillan, les insultan, les acometen, les empujan, les zarandean. Luchan por aproximarse lo bastante para propinarle a alguno una ración de democracia. Incluso hay tirones de cabello a la susodicha Cayetana. Y escupitajos. Escupir como las llamas es una forma de vejación que se ha popularizado entre estas turbas. Y que descarna el meollo de toda su impostura, porque lo que les brota de los labios no es la tan publicitada revolución de las sonrisas, sino un inmenso gargajo.

Mientras atacan, corean: «Fora feixistes de la universitat!» (‘¡Fuera fascistas de la universidad!’). A modo de consigna, con tintes de excusa. Enarbolando ese grito como una especie de justificante o de salvoconducto hacia la ferocidad. Tachar de fascista al otro es el pretexto que los fascistas se han buscado para partir cabezas.

Son los hijos del Espanya nos roba y del vivimos esclavizados; del somos una nación oprimida bajo un Estado colonizador. Crepitando en un incendio prendido hace décadas por una familia de ladrones, que incesantemente atiza un racista deforme puesto al frente de la Generalidad por otro, que es golpista y está fugado en Waterloo («Llevamos dos generaciones educadas en el odio a lo español y eso es irrecuperable». Albert Boadella. Agencia EFE, 22-05-2018).

Lejos de condenar la agresión, la Consejera del Gobierno autonómico Laura Borràs se jacta públicamente y advierte:
«Hay gente que busca problemas, y cuando buscas problemas, los encuentras».
No cabe más cinismo, resulta imposible exhibir mayor maldad. Según ella, expresarse, opinar, es provocar. Los nacionalismos no tienen disidentes; sólo enemigos, a los que cosifican y para quienes se decreta la eliminación física o la muerte social. Y aquí y en Europa sigue habiendo gente que no se quiere enterar.

Ángel Salazar sangra en el suelo tras sufrir el impacto de una piedra lanzada por terroristas urbanos organizados bajo las siglas CDR,
el pasado 30 de marzo, en Barcelona, cuando se dirigía a un mitin de Vox acompañado de otro miembro de una plataforma
que propone la custodia compartida de los hijos tras la separación conyugal

Al anochecer, la usuaria de redes sociales Vera Plath comparte en su muro su pesar:
«Hoy es un día triste. Pero, a lo mejor, ahora se entiende por qué mucha gente tiene miedo; por qué muchos no protestan; por qué tantos dicen que aquí no pasa nada...
»Vivimos en una dictadura cada vez menos camuflada, con una kale borroka alentada desde el gobierno catalán. Donde se nos castiga por pensar y hablar en nuestro idioma; donde se lava el cerebro a los críos desde su más tierna infancia; donde todos los medios de comunicación están manipulados para enfrentarnos... ya no con el resto de España sino entre los propios catalanes. Te odian por no adorar una bandera ideológica, pura insignia del odio. Te miran mal por comprar el periódico que te apetece. Te rayan el coche por no comulgar con su credo separatista. Desinfectan las calles que pisas. Te amenazan de muerte con una foto tuya acompañada de una bala en tu frente... Estamos envueltos en odio. De mucho odio. Así malvivimos.
»Y luego, desde fuera, nos preguntáis que por qué no nos quejamos.... ¿En serio? ¿EN SERIO?».
Sirve como epílogo de lo que ha pasado. Sirve como prólogo de lo que terminará por pasar.

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