13 AÑOS DE CRÓNICAS EN ‘CATALIBANES’ 

29 de enero de 2013

Decidiendo

Para comprender la mentalidad separatista, algo no logrado aún por ningún Gobierno de la nación, resulta imprescindible partir de la base de que es un movimiento profundamente cínico. De un cinismo inmenso, descomunal, sin parangón. Que ha encontrado en la mentira y en la manipulación sus armas preferidas.

Especialidad suya es vestir con palabras biensonantes cosas ilegales y antidemocráticas. Por ejemplo, a la imposición del catalán la denominan normalización lingüística ―quienes en Cataluña nos resistimos a dejar de hablar habitualmente en español debemos de ser, por tanto, “anormales”―; al soborno institucionalizado de la prensa lo bautizan con cada golpe de subvención como ayudas al catalán, o protección de una lengua minoritaria también; y tomar de la legalidad sólo aquello que les conviene mientras desacatan el resto recibe de boca de ellos el eufemístico nombre de soberanismo.


Entre la infantilidad y el golpismo, tapan el
retrato del Rey en la toma de posesión de
Artur Mas como presidente autonómico
el 24 de diciembre de 2012
Su más reciente timo en marcha, lo último con lo cual están retorciendo la semántica, es el tan cacareado dret a decidir (‘derecho a decidir’), un eslogan repleto de connotaciones positivas que hábilmente esgrimen para confundir a los incautos y acomplejar a los constitucionalistas. Porque ¿quién sería capaz de oponerse a que el pueblo resuelva sobre cualquier asunto en libertad, quién? ¿Un malvado, un incivilizado, un monstruo? ¿Alguien con profunda aversión hacia la democracia? ¿Quién? Pues, para empezar, ellos. Que con tan artero truco pretenden hurtarnos nuestra soberanía a todos los españoles en cuestiones fundamentales como un cambio en nuestro modelo de Estado, o la modificación de las fronteras de España asociada al desgajamiento de una parte. Además de aspirar a quedarse con infraestructuras pagadas por todos.

Con su concepción totalitaria y su nacionalismo exacerbado, serían precisamente los separatistas los primeros en impedir violentamente que cualquier pueblo, ciudad o comarca actual optase por segregarse de Cataluña. Es decir, que ni ellos mismos se creen esa patraña del derecho a decidir. Es el obsceno montaje de quienes se han anexionado virtualmente las Baleares, Valencia, parte de Murcia y la franja oriental aragonesa dentro del delirio imperialista de los Països Catalans sin escuchar la decisión de sus habitantes.

Pero la argucia funciona y, cuando no están llevándose el dinero a Suiza o Liechtenstein, andan envalentonados los del cártel reclamando a gritos un referéndum de autodeterminación bajo esa tramposa envoltura. Porque existe ya una mayoría social en Cataluña favorable a la secesión según algunas encuestas y cuentan con ganarlo. Decía el rey Balduino que bastan veinte segundos de guerra para destruir a un hombre, pero se necesita veinte largos años de paz para crearlo. Pues bien, han sido muchos más de treinta los años de adoctrinamiento nacionalista, en las escuelas y a través de los medios de comunicación controlados por la Generalidad ―prácticamente todos―, que han producido varias generaciones de hombres y mujeres fanatizados en el pensamiento único y dispuestos para la batalla. Ahora es el tiempo de los frutos.

Engaños aparte, la verdad es que la facultad decisoria existe desde muchísimo antes de que los separatistas la invocasen espuriamente mediante su perversión del lenguaje: Artur Mas está decidido a sublevarse, y todos los días decide recortar en sanidad y educación para seguir tirando dinero en su costosísimo andamiaje identitario; y los votantes, por su parte, han decidido poner al frente de la Autonomía a unos maleantes. Por eso ésta es una sociedad enferma.