13 AÑOS DE CRÓNICAS EN ‘CATALIBANES’ 

18 de junio de 2015

In extremis

Dolça Catalunya es un blog de autoría colectiva realizado, según ellos mismos han explicado, con las aportaciones de «casi un centenar» de creadores, que está haciendo muchísimo para desmontar la tupida red de falacias y estafas intelectuales del nacionalismo. Y es además uno de esos sitios de Internet donde tan enriquecedores resultan sus articulos o entradas, como los comentarios de buena parte de sus lectores. Tal es el caso de la reflexión que el firmante con el seudónimo ultronilimitado depositó el pasado 27 de mayo, a las 00:55, debajo de una información sobre tensiones internas en CiU tras el descalabro encajado por la formación en las recientes elecciones municipales:
«En mi opinión el independentismo solo es la forma que toma en Cataluña algo que está muy arraigado en toda España. […] En el fondo es una manifestación de las famosas dos Españas. Creo que existen dos formas totalmente antagónicas e irreconciliables de entender este país y mientras eso exista existirá [sic] el nacionalismo y el independentismo. Yo me he encontrado con gente que dice que le da vergüenza ser español hasta en Murcia. Gente que no puede ser nacionalista (y menos aún independentista) de sus respectivas regiones por cuestiones prácticas pero que tienen una mentalidad totalmente regionalista y de indiferencia, cuando no desprecio, a su propio país, […] En Cataluña como tenéis la lengua y otras cuestiones que permiten forjar una cierta diferencia con respecto a otras partes de España eso se manifiesta como nacionalismo/independentismo, y quizá ese desapego por España es más pronunciado».
Interesante. Confieso que nunca había contemplado el asunto bajo este prisma. Precisamente hacía pocos días acababa yo de escuchar en un famoso programa de radio la queja de una oyente, a quien la decisión de lucir una pulsera con los colores de la bandera española le había acarreado numerosos reproches de gente de su entorno, que la tachaban de facha. Y no se comunicaba precisamente desde Arenys de Munt, ni desde una aldea de cejijuntos en la Cataluña profunda. Tampoco desde Vascongadas. La increpada muchacha residía en la Villa y Corte de Madrid.

Esta imagen captada en Vilasar de Mar bien podría
ilustrar el enfrentamiento que se vive en el seno
de muchas familias, y no sólo en la sociedad
Un panorama que irremediablemente trae a la memoria los versos del poeta Joaquín María Bartrina (1850-1880), nacido en la tarraconense localidad de Reus, en una época distante pero al parecer, no muy distinta:
«Oyendo hablar un hombre, fácil es
Saber dónde vio la luz del sol.
Si alaba Inglaterra, será inglés;
Si os habla mal de Prusia, es un francés
Y si habla mal de España... es español».
No conozco ningún país del mundo en el que exista tanto desapego a la patria ―u odio visceral y psicopático, en según quienes― como aquí, donde se criminaliza el sentimiento patriótico y la exhibición de nuestro pabellón sólo es “tolerada” en edificios oficiales o con motivo de alguna victoria deportiva. Y a condición de que esta se celebre con brevedad. (¡Claro!, que tampoco tengo noticias de ningún lugar que haya erradicado de una parte de su territorio nacional la enseñanza en el idioma oficial; pero eso es harina de otro costal. Aunque ambos males parten de la misma raíz y están íntimamente relacionados).

Los reportajes, las películas y las series de televisión nos muestran una muy diferente realidad de los Estados Unidos de América, por ejemplo. Allí, su bandera colocada en un mástil ondea en el jardín de incontables domicilios particulares o en su fachada principal. Y muchos estadounidenses han optado por colocarse las archiconocidas barras y estrellas en forma de adhesivo en la carrocería de su automóvil, el casco de obra o la carcasa del ordenador portátil que cargan de un lado para otro en su devenir diario. Sin complejos, con naturalidad. Por lo que sabemos, no reniegan de su país ni podrán contemplarlo nunca como un difuso y abstracto concepto a combatir, al revés. Además de ser el lugar de su infancia y de sus primeros recuerdos, representa para ellos su sistema de valores, su estilo de vida y el orden constitucional que se han otorgado como única fórmula comprobada de convivencia y garantía de sus derechos y libertades. Justo lo contrario que nosotros.

Y es que no andaba desasistido de razón quien una vez sentenció que estamos suicidándonos como nación.