13 AÑOS DE CRÓNICAS EN ‘CATALIBANES’ 

19 de julio de 2013

El increíble vuelo del ‘hombre-silla’

El 6 de octubre de 1993, Larry Walters, de 44 años de edad, volvió a internarse en el turístico parque Angeles National Forest, de California. Anduvo hasta un remoto paraje, su favorito. Y una vez allí, contemplado por la grandiosidad de aquel paisaje natural que prolongaba su belleza hasta el horizonte, se pegó un tiro en el corazón con una escopeta.

La suya es una sorprendente historia que había comenzado once años antes.

Camionero de profesión, Lawrence Richard Walters siempre soñó con volar. No había sido admitido en las Fuerzas Aéreas debido a falta de agudeza visual. Tampoco poseía formación aeronáutica de ninguna clase. Pero ese “pequeño” inconveniente no iba a frenarle en sus aspiraciones. Guardaba celosamente varias decenas de globos meteorológicos que, siendo solo un niño, había comprado en una tienda de excedentes de la Armada, decidido a cumplir algún día un descabellado propósito.

Y el momento llegó, el 2 de julio de 1982. El pequeño patio trasero de la casa de su novia Carol, en la localidad californiana de San Pedro, resultó el emplazamiento elegido como eventual base de despegue. Larry ató 42 de aquellos balones aerostáticos a una silla de jardín —hecha en aluminio y adquirida en los grandes almacenes Sears por 110 dólares— y, uno a uno, fue inflándolos con helio. Su equipaje durante la travesía se compondría de, entre otras cosas, una botella de Coca-Cola de tamaño familiar, un transmisor de radioaficionado para alertar de su presencia a otras aeronaves y comunicarse con su tripulación en tierra, algunos bocadillos, un altímetro y ―lo más importante― una pistola de aire comprimido para aterrizar reventando los globos a disparos. La silla llevaba además 35 garrafas de agua amarradas alrededor como lastre. Cuando el Inspiration I ―así había bautizado al ingenio― estuvo definitivamente listo, su intrépido inventor se acomodó a bordo sentándose con un paracaídas y mediante un gesto indicó a sus amigos que cortaran las dos sogas de nylon que lo mantenían anclado al parachoques del jeep de uno de ellos. Sucedió entonces algo imprevisto: el artefacto salió lanzado violentamente hacia arriba a una vertiginosa velocidad de más de 180 km/h, unos 5 metros por segundo, que incluso causó la pérdida de las gafas de sol a su atónito ocupante. El reducido grupo de ayudantes y curiosos allí congregados observaron cómo Walters iba desapareciendo en el cielo, convirtiéndose en un punto lejano y casi irreconocible. Su ascenso libre duró varios minutos, hasta alcanzar una altitud de 5.000 metros (16.000 pies).

El plan inicial consistía en elevarse suavemente apenas unas decenas de metros, las suficientes para asegurarse buenas vistas. Y ser luego impulsado por la brisa centenares de kilómetros a través del cercano Desierto de Mojave, hasta concluir el viaje en las Montañas Rocosas sin mayores problemas al cabo de escasos días. Mas nadie había realizado cálculo alguno sobre la enorme fuerza ascensional encerrada en tantos metros cúbicos de gas y la idea salió mal.

Carol, nerviosa ante el cariz que estaban tomando los acontecimientos, contactaba desesperadamente por radio para saber el estado de salud de su errante compañero, quien se encontraba mareado y medio congelado por las bajísimas temperaturas. Y aunque portaba consigo una cámara, la impresión le impidió sacar ni una sola fotografía durante las largas horas en que permaneció flotando sobre la populosa ciudad de Los Ángeles.

El perplejo piloto de un avión de la TWA transmitió a la torre de control que acababa de cruzarse en el aire con un señor sentado en una silla. Y solicitó la inmediata activación de un plan de salvamento. Otro piloto, de la compañía Delta en esta ocasión, informaba sobre la misma grotesca escena unos instantes después. Para entonces, Larry ya había dado orden a sus colaboradores de que pidieran ayuda pues temía invadir el espacio aéreo del aeropuerto, con el lógico riesgo que eso conllevaba. Él mismo consiguió sintonizar desde las alturas con un canal de emergencias usando su radiotransmisor y describió su dramática situación a un operador, el cual no salía de su asombro ante lo que estaba escuchando.

En su incontrolable deambular, el náufrago volador divisó el césped de un lujoso club de golf. Parecía un lugar idóneo donde posarse y terminar aquella peripecia, por lo que creyó llegada la oportunidad de descender, disparando unos cuantos balines a los globos. Pero perdió el arma en el intento al escurrírsele de las manos y el Inspiration I continuó a la deriva, yendo a enredarse en unas líneas de alta tensión de la Calle 45, en un barrio residencial al nordeste de Long Beach. «Ahí fue cuando me asusté ―explicaría Larry más tarde al rememorar sus sensaciones mientras veía aproximarse las torres eléctricas―, esas cosas te fríen».

Afortunadamente, el recubrimiento de los cables le aisló de una fatal descarga y los bomberos lograron rescatarle ileso, tras cortar el suministro de electricidad durante 20 minutos en una extensa zona de viviendas.

Mientras la Policía procedía a detenerle y esposarle, Walters comentó jocosamente a un reportero que se había abalanzado a arrancarle una entrevista:
«Ya no puede uno ni sentarse un rato».
Acababa de batir un récord mundial de altura en la modalidad de vuelo con varios globos montado en aquella silla de jardín, la cual regaló a unos niños del vecindario donde había aterrizado y que no volvería a ver jamás —con posterioridad, lamentaría profundamente haberse desprendido de ella; sobre todo después de conocer el interés mostrado por el Smithsonian Institute para exhibirla en su museo—. Pero su proeza nunca fue inscrita oficialmente porque no reunía los requisitos imprescindibles, ni había contado con instrumental homologado que la registrara de manera fiable.

Muy disgustada con él, la Administración Federal de Aviación (FAA) sancionó al imprudente Larry con 4.000 dólares por cuatro infracciones graves de su normativa: volar en un aparato sin certificado de aeronavegabilidad, provocar riesgo de colisión con otros aviones, entrar en el área de tráfico de un aeropuerto sin mantener comunicación con los controladores de la torre, y poner en peligro vidas y propiedades. No obstante, esta aceptó varias alegaciones y finalmente redujo el importe de la multa a solo 1.500 dólares.


La silla, en la actualidad. Aunque se creía perdida,
ha sido recuperada recientemente y conserva aún
13 de las 35 garrafas originales que la lastraban
(Fotografía: Mark Barry; Markbarry.com)
Larry Walters era ya en esos momentos toda una celebridad. La noticia había gozado de tan amplia difusión que dejó su empleo en la empresa de transportes, convencido de hallarse ante un prometedor futuro mediático. Participó como invitado en varios programas de radio y en dos espacios de gran audiencia de la televisión norteamericana: Late Night with David Letterman y The Tonight Show, presentado por el afamado Johnny Carson. Llegó incluso a ser requerido como conferenciante en seminarios sobre motivación.

Pero, aunque probadamente valeroso —temerario, más bien—, este Ícaro moderno era hombre taciturno y de pocas palabras; carecía de cualidades para la comunicación. Y pronto cayó en el olvido del público.

Apenas había obtenido unos cientos de dólares con sus apariciones en los medios. Que sumados a los 1.000 que la marca Timex le pagaría en 1992 por anunciar relojes, ni siquiera llegaban para sufragar el coste total de su aventura. Amargamente decepcionado con los resultados, optó por volver a su modo de vida sencillo. Siempre había confesado amar la tranquilidad y la Naturaleza, e ingresó en el Servicio Forestal de los Estados Unidos. También el terreno sentimental le depararía otro duro revés cuando, después de tres lustros de noviazgo, sufrió el abandono de Carol.

Soltero y sin hijos, únicamente le sobrevivieron su madre y dos hermanas. Quedan para el recuerdo las declaraciones que realizara al periódico Los Angeles Times al regreso de su insólito paseo:
«Tenía que hacerlo. Llevaba 20 años soñando con ello, y si no lo hubiese llevado a cabo, creo que habría terminado encerrado en un manicomio. Nunca pensé que, alcanzando mi meta en la vida, mi ilusión, armaría tal revuelo y conseguiría que la gente se riese».
Supe de estos asombrosos hechos hace ya algún tiempo y fue mucho lo que me impresionaron. He querido compartirlos con los lectores, aquí, en el blog. Hoy no tenía ganas de escribir sobre esos colgados e ilusos del separatismo; estoy cansado, me tienen harto, no se merecen tanta atención. Aunque, en el fondo, este relato trata un poco sobre ellos también.

3 comentarios:

  1. Hola.

    Oí esta historia hace tiempo también, pero desde otro punto de vista, más irónico y algo más cruel, ya que a titulo póstumo recibió un premio darwin, http://es.wikipedia.org/wiki/Premios_Darwin , en el último párrafo hablan de él.

    Un saludo

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  2. EL relato me ha agradado... pero pongo este comentario por tu final. por tu "cansancio".
    Decirte -y espero darte ánimos- que gracias a ti (a tu blog sobre los catalibanes) incié el mío... y sigo en él cada vez con más ganas. Que gracias a ti he descubierto la existencia de otros que no se resisten a dejarse llevar por esta corriente étnica que nos rodea (a base de subvenciones, control de las instituciones, etc. etc.). Que gracias a ti lo poco o mucho que sepa de Historia lo intento transmitir al mundo en mi pequeño blog para que, al menos, se sepa la verdad... y se vea la tergiversión histórica que realizan los catalibanes. Que gracias a ti... ¿sigo?. Pues eso... ¡sigue, no lo dejes!. Una vez te comenté el gran acierto de la palabra catalibán (expresa perfectamente lo que son los independentistas catalanes) y lo intento transmitir a y por todos los medios a mi alcance... El otro dia uno dijo "catalanes de mierda"; le entiendo, le comprendo pero no comparto su expresión... si hubiera dicho "catalibanes de mierda" hubiera acertado no hubiera ofendido a muchísimos como tú, como yo, que siendo catalanes somos españoles. Espero seguir leyendo en tu blog... ¡ánimo!.

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  3. Estoy totalmente d acuerdo. Yo tampoco quiero que t. rindas. Te doy las gracias por todo tu trabajo y esfuerzo. Yo te espero...
    Un abrazo
    cabellaz

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