Hará un par de inviernos, leí un recomendable libro sobre los mercados de valores escrito por el analista financiero y ex comandante del Ejército José Antonio Fernández Hódar, que se titula Manual del buen bolsista. Bueno, pues esto que viene a continuación es algo parecido, pero en versión “paleto”: un compendio de comportamientos que ningún nacionalista de pro debería dejar de cumplir. La lista se abre con este encabezamiento:
«Un camino para avanzar hacia la normalización social y política».
Es decir, que la situación de Cataluña es “anormal”. El descriptivo subtítulo tampoco hay que perdérselo:
«Pequeñas acciones cívicas y sociales que debemos hacer todos los catalanes conscientes para defendernos».
Desconocemos de qué tienen que “defenderse”. Pero como ellos viven en otra dimensión, plagada de invasiones castellanas, expolios, agravios históricos y monstruos imaginarios varios, es muy probable que nunca lleguemos a enterarnos. La suya es una realidad paralela a la nuestra, en la que se debaten librando febril batalla contra molinos de viento un día sí y al siguiente, lo mismo. El documento en cuestión lleva varios años circulando en ambientes fanáticos y por Internet. Ha sido bautizado con el nombre de Fórmula de Girona, y dicta lo siguiente:
«Entorno lingüístico:
1. Hablar catalán con todos, aunque no lo entiendan mucho, y hacer que nuestra lengua sea necesaria para vivir en los Países Catalanes. No cambiar jamás de lengua.
2. Animar a los inmigrantes a hablar en catalán y a integrase haciendo que dejen pronto de ser unos forasteros. Son parte también del futuro de nuestro país.
3. No entrar en tiendas que tengan el rótulo en español, o bien reclamar la lengua propia.
4. Reclamar el uso del catalán en todos sitios: actas notariales, menús de restaurantes, propaganda recibida, estanterías y carteles guía de los supermercados y establecimientos, etc.
5. No pagar facturas, recibos, letras de cambio, tickets de caja, etc. en lengua española si se han reclamado antes en catalán, con el argumento “cada lengua en su país”.
6. Mejorar el dominio de la lengua leyendo prensa, libros y acudiendo al teatro y al cine en catalán.
7. Suscribirse a diarios y revistas catalanas como El Punt, Avui, Serra d'Or, El Temps, L'Avenç, Sàpiens, etc., y Cavall Fort y Tretzevents para los niños.
8. Cambiar los nombres castellanos en el Registro Civil y en el DNI español. Resulta vergonzoso que un Joan sea Juan; una Caterina sea una Catalina; un Jordi, Jorge; o una Roser, Rosario.
9. Catalanizar los apellidos españolizados por la ignorancia y el centrismo de hace siglos. Por ejemplo: Castañer, Alsina, Carreras, Suñer, etc. Mejor con el acuerdo previo de familiares y parientes.
10. Conectar exclusivamente con cadenas de radio y TV catalanas. Nos mejoran el habla».
En el ámbito económico manda hacer:
«1. Denunciar y combatir, de palabra y por escrito, el expolio fiscal que padece Cataluña. Nos empobrece y es el más injusto de Europa, según manifiestan los economistas.
2. Comprar artículos de producción catalana o de los Países Catalanes, y dar preferencia a los etiquetados en catalán. La buena marcha económica nos beneficia a todos.
3. Retirar las cuentas de los bancos españoles, que, si bien hacen un servicio, se llevan lejos los beneficios; hacerse cliente de cajas y bancos catalanes, que incrementan la riqueza del país y realizan Obra Social».
Publicidad de un modelo de ficticio carné de
identidad de los Países Catalanes a la ventaPara el capítulo denominado «entorno cívico», el último, reserva estas otras edificantes actuaciones:
«1. Hacerse el DNI catalán, utilizarlo siempre. No sacar nunca el carné español. Si nos piden otro documento, hay que identificarse con el carné de conducir.
2. Propagar el DNI catalán entre familiares, amigos y compañeros de trabajo. Debemos lograr que lo tenga y lo utilice entre el 25 % y el 40 % de la población. Por el momento, sólo tenemos una identidad: la propia.
3. Pegar el adhesivo CAT en las placas de matrícula de los vehículos. No podemos dimitir de lo que somos.
4. Ingresar en asociaciones de probada catalanidad, como por ejemplo: Òmnium Cultural, Noves Bases de Manresa, Amics de Joan Ballester, Plataforma per la Llengua, etc., y propagarlas.
5. Presionar a los políticos y a los ayuntamientos para que cambien los nombres de las calles y plazas que resultan no idóneos, o incluso ofensivos, para la catalanidad.
6. Antes de votar en las elecciones, considerar a fondo qué políticos y partidos defenderán siempre los intereses de los Países Catalanes, y cuáles son claramente sucursales del españolismo.
7. En viajes turísticos y de vacaciones, dar preferencia a poblaciones y comarcas de los Países Catalanes. Es muy conveniente conocer bien el propio país.
8. Colocar un banderín de las cuatro barras en vuestra mesa del despacho y en un lugar de honor de vuestro domicilio. En las fiestas de Sant Jordi y el 11 de septiembre, honrar el hogar y las oficinas colgando la bandera en balcones y ventanas.
9. Al franquear las cartas, pegar boca abajo el sello de Juan Carlos de Borbón, que dijo que la lengua española jamás había sido impuesta.
10. Fomentar el baile de la sardana, los castillos humanos, y otras tradiciones y costumbres que honran a nuestra cultura. Apoyar a las asociaciones que las fomentan.
11. Reclamar, de palabra y por escrito, la devolución de los “Papeles de Salamanca” robados a Cataluña en 1939 y retenidos “por derecho de conquista”. Los actos de guerra deben corregirse para que haya paz.
12. Enviar protestas escritas, o por otros medios, a los políticos, periodistas y prensa escrita que se refieran al gobierno español como gobierno central. Nuestro gobierno central es el de la Generalidad.
13. Combatir políticamente para que Cataluña pueda tener selecciones deportivas nacionales.
14. Memorizar y hacer que los niños memoricen poesías patrióticas catalanas.
15. En todos los sitios donde sea apropiado y conveniente, poner el rótulo
Can Felip [‘Casa Felipe’, en alusión al Borbón que se
alzó con el trono de España tras la Guerra de Sucesión: el rey Felipe V] en el WC».
Escalofriante. La radiografía de la paranoia. Una lectura que es puro descenso hacia los confines del catetismo psicopatológico.