Dos noticias, publicadas ambas en el diario Crónica Global ayer, 1 de octubre. El titular de la primera de ellas dice así:
«La Generalidad mantiene suspendido sine die el pago a los geriátricos privados».
Las ayudas a las residencias geriátricas privadas concertadas están congeladas desde los pasados meses de agosto y septiembre. La medida tenía carácter «temporal», según anunció inicialmente el Instituto Catalán de Asistencia y Servicios Sociales (ICASS). Ahora, su directora, Carmela Fortuny, culpa a la falta de recursos de esta nueva decisión, que paraliza además el ingreso a plazas de prestación económica vinculada, única vía rápida de acceso para aquellas personas mayores que no podían esperar a la adjudicación de una plaza en el colapsado sistema público.
A continuación, el otro titular, del mismo día:
«Mas se compromete a aportar otros 675 millones de euros a TV3 y Catalunya Ràdio».

Quien está prometiendo prosperidad en una Cataluña
independiente, la gobierna hoy de forma vergonzosa
como Comunidad autónoma
Como complemento a estas dos informaciones, una tercera, hecha publica por ABC el 24 de septiembre y que en su titular da cuenta de lo siguiente:
«La empresa del cuñado de Mas multiplica por 60 su facturación a la Generalitat».
El diario de Vocento destapa cómo el grupo Seidor, una consultora de servicios informáticos radicada en Barcelona, que entre enero de 2006 y septiembre 2009 había realizado trabajos al citado gobierno autonómico por un importe total de solo 5,3 millones de euros, ha pasado a facturarle 322 millones de euros desde el regreso de CiU al poder. Tan asombroso incremento ―del 6.000%―, gracias al aumento del volumen y de la cuantía de las adjudicaciones públicas realizadas por diversos organismos y departamentos de la Generalidad de Cataluña, ha coincidido en el tiempo con el fichaje en Seidor de Joan Antoni Rakosnik, hermano de la esposa de Artur Mas.
Así va esta región con los nacionalistas, quienes luego encima achacan la causa de todos sus males a Madrit. Y tienen razón: efectivamente, la culpa la tiene Madrid. Por consentirlo.