13 AÑOS DE CRÓNICAS EN ‘CATALIBANES’ 

1 de abril de 2014

¡Falta diálogo!

Cada día más voces claman a Mariano Rajoy que se siente a hablar con Artur Mas para encontrar cuanto antes una salida a su desafío secesionista. Nada de hacer cumplir las leyes, no, que eso es cosa fea y antidemocrática, propia tan solo de regímenes fascistas tan execrables como poco occidentalizados. Lo que urge es premiar a quien se ha sublevado contra el orden constitucional otorgándole categoría de honorable interlocutor y atendiendo sus exigencias.

Ni que decir hay que en el lenguaje de esa caterva de vendepatrias, separatistas encubiertos y algún que otro memo bienintencionado, el verbo dialogar significa indefectiblemente negociar. Y que por negociación entienden darle a la Generalidad todavía más privilegios de los que ya goza tras casi 40 años de mimosas concesiones (con el consiguiente menoscabo para el resto de Comunidades autónomas, claro está). ¿Y qué ofrecería Artur Mas a cambio? Pues deponer su actitud golpista.

Diálogo, y muy fructífero, es por ejemplo el que entablan el quinqui y su víctima. Un proceso por el cual esta acuerda aligerarse la cartera a condición de que aquel negocie no guardarle la hoja de su navaja en el quinto espacio intercostal. Pero todo muy dialogado y pactado, eso sí.

¿Y a cuánto ascendería el precio? Desde su agujero, la escritora argentina travestida de ultranacionalista catalana Patrícia Gabancho nos envía unas valiosas pistas dentro de un artículo titulado «Un almuerzo cualquiera»:
«Para comenzar, deberían poner sobre la mesa el concierto fiscal, la no aplicación de la Ley Wert, el blindaje de competencias (en la actualidad hay que añadir: ¡y del Ebro!), la restitución de la lengua en los Países Catalanes e intocable en Cataluña, y un pacto generoso de infraestructuras».

Tuit de Ramon Carner, presidente de la organización
separatista Círculo Catalán de Negocios (CCN), en la
víspera del sepelio del ex presidente Adolfo Suárez:
«La muerte de Suarez [sic] sólo indica que tenemos
un enemigo menos. Todavía quedan muchos en
nuestras instituciones. ¡Tenemos trabajo!»
Eso supondría una situación incluso mejor que la independencia misma, pues conlleva todas sus ventajas y ninguno de sus inconvenientes (quedar fuera de la Unión Europea y del euro, bajo el rigor de las políticas arancelarias y sin acceso a los mercados financieros ni respaldo del Banco Central Europeo, entre ellos). Algo así como ser un Estado situado bajo el paraguas de otro. Concierto fiscal, o sea: lo mío es mío y lo tuyo, también es mío. No aporto nada pero tu sigues sufragando gran parte de mis gastos. Y además me montas unas infraestructuras de aúpa. Yo seguiré beneficiándome de tu ejército, de tu vasta red diplomática por el mundo, y de cuantos otros servicios a mí me resultaría muy oneroso cubrir... así como, por supuesto, de todos aquellos tratados internacionales que firmaste. ¿La Constituqué? No, no, ni hablar de aplicar leyes que no sean las estrictamente emanadas de las instituciones nacionalistas catalanas. Ni sentencias judiciales que nos incomoden: blin-da-je de competencias. Un chollo, oigan.

Y lo de “blindar el Ebro” que dice esta, río nacido en Cantabria, de donde fluye a Castilla y León, para luego seguir, atravesando La Rioja, tierras de Álava, Navarra y Aragón, hasta que su caudal termina fundiéndose con el antaño llamado Mare Nostrum (‘Nuestro mar’) en un tramo del litoral de Tarragona, ya es de traca. Pero es que hacia ahí apuntan realmente las pretensiones de estos chantajistas, no es política ficción.

¿Y así se resolvería para siempre el problema? Pues tampoco. Ya lo avisa abiertamente y sin tapujos en otro pasaje de su pieza periodística (Nació Digital, 02-03-2014) esta catalana sobrevenida, aprovechando un momentito en que no estaba contando los 6.000 euros que el Ayuntamiento de Barcelona —regido por CiU— le pagó no hace mucho por entregar un par de informes: la claudicación de Mariano Rajoy ante la extorsión apenas retrasaría unos años la ruptura de España.

Sería pagar, y carísimamente, la prolongación de nuestra agonía. De hecho, así ha venido siendo hasta hoy: también se nos vendió durante la Transición que la fórmula autonómica colmaría definitivamente las ansias del nacionalismo. Y con ese mismo pretexto envolvieron todos los Gobiernos cada nueva transferencia y concesión que se le daba a Jordi Pujol. Y a Pasqual Maragall. Y fue ese también el canto entonado en 2006 para reformar el Estatuto de Cataluña. Y para seguir dándole más y más a Montilla. E incluso al propio Artur. Ahora vemos con qué resultados. Nunca nada será suficiente para ellos debido a una sencilla razón: porque sus objetivos no son otros que proclamar la secesión y anexionarse otros territorios («reunificación de la nación catalana»). Repitámoslo: no pararán hasta culminar su proyecto secesionista e imperialista. Hora es ya de que lo comprendamos.

Negociar con los sediciosos es, a todas luces, la más indigna, costosa, injusta... e ineficaz de todas las opciones posibles. Por eso es la que seguramente adoptarán, este presidente del Gobierno y el siguiente.

2 comentarios:

  1. Calzonazos hay muchos en este país y en la política no digamos, no hay nada como darles dádivas tras dádivas a los estafadores nazi-separatistas, nunca quedarán satisfechos.

    Ese es el problema "calzonazos"

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  2. Aunque fueran santos, el diálogo seguiría siendo imposible. De premisas contradictorias no hay debate o término medio posible, salvo concesiones por tiempo. Y escaso y mal pagado. Yo antes, y de lejos, preferiría ver una declaración unilateral, de balcón y saltándoselo todo, que conseguir beneficios y previlegios bajo chantaje por muy legal que parezca.

    Los beneficios sin los costes, bien dicho. Que ten mantengan mientras dure la planificación de la separación final y, cuando llegue, te vas igual. Es ser parasitario, se mire como se mire.

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