Anteayer, martes, unos sesenta empresarios alemanes radicados en Cataluña emitieron un manifiesto donde alertan sobre las graves consecuencias económicas de una posible secesión (Declaración de Barcelona). Los firmantes se han constituido en la plataforma ¿Cataluña sin Europa? ¡No!, y entre ellos se encuentran directivos de renombradas multinacionales, como BASF y la siderúrgica ThyssenKrupp. Cataluña cuenta con más del 45% de las empresas de Alemania con sede en España.
Las respuestas ante tan mayúscula “afrenta” no se hicieron esperar. Esa tarde Isabel Vallet, diputada autonómica de la Candidatura d'Unitat Popular (CUP), partido que podríamos definir como catasuno, usó las instalaciones del Parlamento regional para rebatir de forma sesuda y razonada ante la prensa tales advertencias:
«Nos la trae floja lo que digan los alemanes».
Aunque han sido los chicos de ERC, socios de gobierno de Artur Mas en la actualidad, quienes han protagonizado las reacciones más comentadas. El diputado Joan Tardà, que aquella misma mañana se había hartado de invocar los conceptos «democracia», «pueblo» y «votación» en el programa Los desayunos de TVE, lanzaba un injuriante mensaje desde su cuenta en Twitter:
«Penoso que directivos de empresas alemanas, enriquecidas gracias al nazismo y cómplices de millones de asesinatos, critiquen al nacionalismo catalán».
BASF, que posee una importante planta petroquímica
en Tarragona, se ha desvinculado del manifiesto y del
debate político en Cataluña comunicando hace apenas
unas horas que su directivo actuó a titulo personal
La moraleja es clara: los separatistas respetan la libertad de expresión... mientras se opine igual que ellos.
Estas reacciones, del todo histéricas e impropias de quienes luego se hacen las víctimas cuando alguien halla semejanzas entre sus métodos y los del ominoso Tercer Reich, no concuerdan con la sensación de seguridad y triunfo que el movimiento secesionista está constantemente esforzándose en transmitir. Ni parecen tampoco la más inteligente manera para recomponer el tejido industrial de la maltrecha economía catalana (con 820.400 desempleados, el 22,26% de la población activa). Sobre lo de recabar la complicidad de otros países y sumar adhesiones a su causa dentro de esa estrategia que, en lenguaje netamente etarra, llaman internacionalización del conflicto ya mejor ni hablar.
Y es que muy espabilados nunca han sido, la verdad.
Como siempre una valoración sobresaliente. Aunque los fanáticos del independentismo son muchos, la sociedad catalana y española está evidenciando, cada vez más y mejor, los disparatados planes del soberanismo catalanista y, cada vez más, la opinión común se está posicionando en contra de estos energúmenos.
ResponderEliminarGracias, entre otras cosas, a blogs como el tuyo, pues muchos medios, supuestamente garantes del debate democrático, o están subvencionados por la Generalitat nacionalista, o han sido ciegos hasta el momento. ¡Muchos ánimos!
Se han apropiado de la idea de Cataluña. Toda apropiación es fruto de la violencia. La violencia puede ser explícita y sangrante, pero también coactiva, silenciosa, furtiva, obsesiva. Ésta es la que se ejerce aquí. Produce estragos entre los que carecen de sentido crítico y de medios compensatorios. Produce estupor la imposición de los pudientes contra los humildes, mientras ellos la eluden para sus hijos.
ResponderEliminarcabellaz