13 AÑOS DE CRÓNICAS EN ‘CATALIBANES’ 
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18 de marzo de 2015

50 sombras de Rajoy Brey

No olvido lo mucho que me impactó una escena de la cadena humana en la Diada de 2013: la mal llamada Vía Catalana. Durante toda la tarde seguí su retransmisión en directo a través de TV3% o como se llame eso que tanto dinero nos cuesta de nuestros impuestos. Sería injusto no reconocer que la cobertura informativa del evento era impresionante: unidades móviles, conexiones simultáneas, reporteros desplegados por múltiples puntos del trazado, mapas, banderas, infografía, analistas, comentaristas y tertulianos en el estudio. Sintonías musicales, entrevistadores y entrevistados, micrófonos para registrar el jacarandoso sonido ambiente, helicópteros sobrevolando. Puede que algún que otro dron. Y niños, muchos niños. Algunos de ellos, animados por sus mayores a colocarse ante la cámara para echarse un precioso canturreo antiespañol.

El caso es que cuando al fin arribó la mágica hora de las 17:14, repleta de simbolismo para esta grey, repicaron las campanas de las iglesias y todos se agarraron de las manos con ridícula solemnidad. La mirada, perdida. Seriedad absoluta en sus rostros. Impasible el ademán. Y bastantes de ellos, vistiendo las camisetitas amarillas que al módico precio de doce eurazos cada una, tita Carme Forcadell les había endilgado en nombre de la causa.

Cadena humana, el 11 de septiembre de 2013. Un análisis
de la ‘gigafoto’ tomada ese día revelaría posteriormente
que de los 793.683 participantes (no dos millones como
dijeron los organizadores), más de 130.000 eran niños
Permanecieron en esa pose exactamente un minuto. Después del cual sobrevino la consabida explosión de grititos histéricos (In-inda-indapandanchi-á!! GÑÑÑÑ!!), seguida de un sonoro aplauso que se dedicaron a ellos mismos.

Y ahí es cuando vino lo bueno. Porque tras esos escasos dos minutos que la astracanada tardó en concluir, la mayoría quedaron desconcertados, mirándose unos a otros, sin querer marcharse pero sin saber tampoco lo que hacer. Como preguntando para sí: ¿ya está, esto ha sido todo? Habían hecho un montón de kilómetros hasta aquella carretera en medio de la nada, ¿y sólo para eso? Así, unos optaron por sentarse en el arcén, esperando no se sabe qué, mientras los demás deambulaban de un lado a otro entre desconocidos, tratando de hacer tiempo y resistiéndose a regresar. Yo diría que aguardaban el milagro: el anuncio por megafonía de la proclamación de la República Catalana en aquel preciso instante. Y que quizás no fuese hasta entonces cuando comprendieron la futilidad de su acción. Que tanto esfuerzo y tanto gasto en el desplazamiento (despilfarro de tiempo, y también de dinero en esta terrible época de crisis) no habían dado los frutos inmediatos que imaginaban. Que las cosas continuaban exactamente igual.

Aquella fue sólo una de tantas movilizaciones, entre las que cabe citar: una gran marcha sobre Barcelona, la creación de una gigantesca V, un soporífero recital musical en el estadio del Barça con cantantes olvidados u olvidables, un adulterado tricentenario, mosaicos humanos norcoreanos, desfiles de antorchas a lo hitleriano, misivas de súplica a altos mandatarios europeos, lloriqueos a la ONU, una declaración de soberanía del Parlamento autonómico tan fraudulenta como esperpéntica... hasta culminar con el ilegal referéndum de autodeterminación del pasado 9 de noviembre, que ninguna autoridad impidió.

Pero tras tan monumental despliegue escenográfico y litúrgico, parece que el cansancio y el desaliento cunde entre las bases. Varias fuentes informan que incluso podrían estar produciéndose agrias disensiones en el núcleo dirigente del proceso separatista: los políticos y las bien engordadas entidades agitadoras. Han jugado ya todas sus bazas. Salvo una declaración unilateral de independencia (a lo cual todavía no se atreven; todavía), ninguna otra provocación más les queda por intentar. Y sistemáticamente toparon en cada ocasión con la pasividad del Gobierno, que se limitó a ir traspasándole el problema al Tribunal Constitucional.

Unos, han criticado severamente esta ausencia de respuesta de Mariano Rajoy, y no descartan que sea fruto del miedo o de un bastardo interés por mantener la puerta abierta a futuros pactos con CiU tras las elecciones. Para otros en cambio, la inacción de nuestro presidente obedece a una inteligente estrategia de desgaste del secesionismo, consistente en ignorar su creciente nivel de afrentas y rehuir toda confrontación para evitar que se victimice.

Enigmático personaje este tal Brey, quien pese a la intención anunciada por Artur Mas de abrir por el mundo 50 nuevas pseudoembajadas en los próximos meses, sigue pagándole ―entre otras― las facturas de las farmacias catalanas.

10 de septiembre de 2014

La abuelita narcotraficante

Hace mucho, mucho tiempo, un suceso conmocionó a la sociedad. Los medios de comunicación se hicieron eco de la penosa situación padecida por una compatriota nuestra de avanzada edad en un lejano país asiático y España entera pareció movilizarse en pos de su liberación. Una poderosa organización internacional dedicada al tráfico de drogas, había deslizado un comprometedor cargamento dentro de su equipaje de turista sin que se percatase. Los jueces, inclementes, no tuvieron en cuenta su versión ni la inofensiva apariencia de la septuagenaria y le impusieron una severa condena, que llevaba años pagando en condiciones infrahumanas.

Extranjera en aquel remoto lugar, sin conocimiento del idioma e incesantemente mordida de día y de noche por la abundante variedad de insectos que todo clima tropical produce, vivía hacinada en una angosta celda «entre ladronas y asesinas», según sus propias palabras. Dormía directamente sobre el duro pavimento, donde a menudo era atacada por ratas. Y las nulas condiciones higiénicas junto con una alimentación deficiente tenían corroído su cuerpo, mientras que la tristeza por la injusticia cometida se había apoderado de su alma.

A menudo atacada por ratas e incesantemente mordida por
la abundante variedad de insectos que todo clima tropical
produce, vivía hacinada en una angosta celda «entre
ladronas y asesinas», según contaba en su carta
Mas no acababa ahí su infierno particular. Debido a la miseria económica y moral de la nación que la retenía, sufría desde hacía varios meses una fractura ósea sin que de las autoridades carcelarias recibiera ni la asistencia médica más elemental. De modo que los dolores habían tornado inservible uno de sus brazos. Sintiendo próximo el final de su vida, la desesperada anciana destinó sus últimas fuerzas a escribir a su sobrina para pedirle ayuda.

Apenas esta recibió su carta, en Madrid, emprendió con ímpetu cuantas gestiones se le ocurrieron. Contactó con la embajada, con el cuerpo diplomático. Cursó peticiones al Ministerio del Exterior y al de Justicia, a las más altas instancias del Gobierno de España. Incluso mandó una misiva al Rey donde le solicitaba su influyente intercesión. Pero no fue hasta que acudió a los medios, en especial a la televisión, cuando su campaña adquirió un impulso definitivo. Participó como entrevistada en diversos programas de gran audiencia, leyendo conmovedores pasajes de la carta de su tía con detalles del terrible encierro que la aniquilaba. Transmitiendo a la audiencia que ella no albergaba ya ningún otro deseo que morir, al menos, cerca de su tierra. En el plató y desde sus casas, los espectadores vibraban de emoción. Seguían con efervescente intensidad la descripción de ese calvario hasta que en el tramo final de cada emisión estallaban en una auténtica explosión de emotividad, cuando la cámara mostraba antiguas fotografías de la ahora cautiva posando en el madrileño Parque del Retiro. No cabía duda, aquella señora mayor de aspecto bondadoso y venerable era la abuela que cualquiera hubiera deseado tener. Debíamos traerla de vuelta como fuera.

Y el milagro se produjo. Los esfuerzos dieron su fruto y el sentimiento de satisfacción se generalizó: lo habíamos conseguido entre todos. Pero casi al mismo tiempo en que se conocía la noticia de su inminente puesta en libertad, un equipo de televisión regresó de allí con una sorprendente verdad.

La repercusión alcanzada por el caso y su indiscutible interés humano, habían animado a una importante cadena privada a costear el caro envío de reporteros al lugar, que contra todo lo esperado descubrieron una realidad muy distinta. Fueron recibidos por una vivaracha mujer, que no mostraba heridas ni signo alguno de maltrato. Ni rastro existía tampoco de huesos rotos en su cuerpo, cuya obesidad delataba una continuada sobrealimentación. Apenas nada coincidía con lo contado. Tras seis años de encierro, su más grave problema de salud consistía en lucir una sonrisa mellada después de que a su dentadura postiza se le desprendiera un incisivo superior.

Disfrutaba de una especie de mini-apartamento, donde ni siquiera faltaba una rudimentaria cocina, que se había procurado a base de alquilar la celda contigua a la suya e interconectarlas. Otra reclusa, contratada como sirvienta, iba cada día para hacerle la cama y la colada, barrer, fregar, coser e incluso guisar platos a su gusto; para realizarle todas las tareas domésticas que fuesen menester. Sucedía que, al cambio con la débil moneda local, la pensión de jubilación que el Estado español nunca había dejado de enviarle mensualmente suponía allí una pequeña fortuna con la cual poder agenciarse importantes comodidades y privilegios dentro del recinto penitenciario.

Pero aún aguardaban más sorpresas.

Lejos de correr al encuentro de su amorosa pariente y de los medios que más habían hecho por ella para agradecerles el gesto, la recién excarcelada vendió la exclusiva de su historia a la revista Interviú a cambio de una sustanciosa cantidad antes de regresar. Cruzó la frontera española en secreto a bordo de un tren, acompañada por dos redactores del semanario sensacionalista. Y se mantuvo oculta en algún lugar indeterminado hasta la fecha de publicación del reportaje, buscando proteger la primicia por la que tanto dinero le habían pagado. Una vez que comprendió la manipulación y el engaño de los cuales había sido objeto, la sobrina, la más cándida en este lamentable asunto, despotricó y le lanzó los peores improperios públicamente a través de los micrófonos. Para entonces, la anciana por fin se había dejado ver y terminó acudiendo como invitada a un par de programas televisivos. Pero la actitud chulesca y desafiante que mostró en las entrevistas, unida a lo incoherente de sus explicaciones, inspiró en la gente serias dudas sobre su inocencia en la comisión del delito que la condujo a prisión.

Esta historia, 100% verídica, nada tiene que ver con el tema de este blog: el totalitarismo separatista. La he relatado, simplemente, porque me apetecía. Aunque... bien mirado... sí tiene relación, sí. Nos enseña cuán provechoso resulta en ocasiones mentir y hacerse la víctima.

Mañana —¡ya sabía yo que me ha venido a la memoria precisamente ahora por alguna razón!— presenciaremos la gran ceremonia del victimismo y de la manipulación: la Diada, o lagrimeante conmemoración de la invasión castellana de Cataluña que jamás sucedió. Y no será una convocatoria cualquiera, porque este año coincidirá con el tercer centenario de la supuesta colonización a manos de Espanya, la falacia épica de lo del 1714. Y servirá además de preámbulo del referéndum ilegal anunciado para el próximo 9 de noviembre. Habrá lloriqueos y embustes como para parar un camión. No faltarán la agitación ni la mendacidad. Propagandistas generosamente regados por la Generalidad con nuestro dinero contarán una vez más el pasado como no fue, la narración de decisivos episodios bélicos será tergiversada y una turba de exaltados desfilarán vestidos con innumerables agravios inventados. Volveremos a vivir lo mismo de siempre pero este año, en cantidades industriales.

Y al igual que en la historia de la viejecita, también habrá tontos útiles y sinvergüenzas que se aprovecharán.

11 de mayo de 2014

Caudillo

Esta semana, Francesc de Carreras, Catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad Autónoma de Barcelona, ha publicado en El País un artículo extraordinariamente clarificador. Se titula «La independencia que viene de lejos», y sus tesis coinciden con lo tantas sostenido por este blog en multitud de crónicas (¡Falta diálogo!, La estrategia del miedo, El eslabón perdido, Deprisa, deprisa, Mussolini 2.0, El bloguero tiene quien le escriba, En el dolor y en la enfermedad o Rumbo a Kosovo; y en especial, Al final del camino y Decidiendo): que no estamos ante ninguna deriva secesionista de Convergència i Unió, como de manera irreductible repiten innumerables pazguatos empeñados en seguir sin enterarse de nada, sino en la última fase de una estrategia cuidadosamente ejecutada desde la Generalidad durante décadas. Por supuesto, esta no se desactivaría otorgando todavía más transferencias de poder y dinero a la Autonomía catalana. Ni tampoco transformando España en un Estado federal, como sugiere algún que otro pánfilo.


El proyecto separatista de Jordi Pujol, iniciado en la
Transición mediante la zapa del Estado y la creación
de una nación imaginaria, está próximo a concluir
El certero análisis de Francesc de Carreras concuerda también con las premonitorias palabras del ex presidente Josep Tarradellas cuando, en la temprana fecha del 31 de octubre de 1985, advirtió sobre las malas artes de Jordi Pujol, sucesor suyo al frente de la Generalidad por aquel entonces, y sobre la clase de régimen que estaba instaurando en Cataluña: «una dictadura blanca muy peligrosa, que no fusila, que no mata, pero que dejará un lastre muy fuerte».

Aunque extenso, el artículo es de los que atrapan al lector desde el primer párrafo y luego se antojan cortos. Porque compone un retrato de nuestra situación tan fidedigno como infrecuente:
«Parece que finalmente la situación en Cataluña preocupa, y mucho, en el resto de España, especialmente entre la clase política que reside en Madrid. La sesión del Congreso en la que tres parlamentarios representantes de la Cámara catalana expresaron con meridiana claridad, aunque cada uno con sus propios matices, que estaban dispuestos a separarse de España, ha tenido su impacto. La cosa, según parece, va en serio, el arreglo no parece fácil y las partes están cada vez más distanciadas.
»Considero positiva esta nueva percepción desde el exterior de la realidad catalana. Hasta ahora se pensaba que Cataluña sufría un simple estado febril que podía curarse con aspirinas, a lo más con antibióticos. Quizás ha llegado el momento de pensar que el alcance de la enfermedad es bastante más grave porque su causa no está en una estratagema táctica de los dirigentes nacionalistas sino en el resultado de una labor callada, desarrollada desde hace muchos años, en el seno de la misma sociedad catalana.
»En efecto, por lo menos desde 1980, durante el primer Gobierno de Pujol, comenzó lo que suele denominarse “proceso de construcción nacional”, una inteligente obra de ingeniería social cuyo objetivo ha sido el de transformar la mentalidad de la sociedad catalana con la finalidad de que sus ciudadanos se convenzan de que forman parte de una nación cultural, con una identidad colectiva muy distinta al resto de España, que solo podrá sobrevivir como tal nación si dispone de un Estado independiente. Se trata de aplicar la clásica fórmula decimonónica del principio de las nacionalidades: toda nación (identitaria) tiene derecho a un Estado propio.
»Digo que este proceso ha sido inteligente porque, a pesar de llevarse a cabo de forma premeditada y perseverante, una buena parte de los catalanes no se han dado cuenta de la manipulación, sigilosa y astuta, a la que han sido sometidos. Solo ahora algunos están abriendo los ojos a la realidad, como si despertaran de un mal sueño.
»En efecto, desde el primer momento las fuerzas nacionalistas han ido presionando para conseguir la hegemonía política, social y cultural dentro de la sociedad catalana. Para tal cometido ha resultado decisivo el apoyo activo y pasivo de los partidos de izquierda, tanto el PSC como ICV-IU, así como de los sindicatos CCOO y UGT, las patronales y otros muchos sectores de la llamada sociedad civil, desde las asociaciones de maestros y de padres en las escuelas hasta los clubes y las federaciones deportivas. Sin su inapreciable colaboración, tan generosamente subvencionada por la Generalitat, el nacionalismo hubiera sido tan solo la ideología de una pequeña parte de la población. Ahora son muchos los que se lamentan, pero cuando hace años algunos discrepantes ya se lo advertían, tildaban a estos de exagerados y alarmistas, por supuesto de nacionalistas españoles y, presos de un síndrome de Estocolmo colectivo, hasta de fachas.
»¿Cuáles han sido, a mi parecer, las principales líneas estratégicas de esta construcción nacional?
»En primer lugar, considerar desde sus inicios que la autonomía era manifiestamente escasa para las aspiraciones catalanas. A pesar de que la Generalitat ha dispuesto siempre de un gran poder político, como han reconocido todos los especialistas en sistemas federales, las muestras de insatisfacción han sido constantes. Curiosamente, que las competencias catalanas, así como las del Estado, se transfirieran a la Unión Europea, nunca ha suscitado queja alguna. En cambio, han sido numerosos los conflictos competenciales internos. La razón de fondo está en que así se alimentaba la sensación de que la Generalitat, además de tener poco poder, aún se le racaneaba el que tenía y de esta manera se pretendía demostrar que había que superar el Estado de las autonomías por ineficiente para el progreso de la sociedad catalana. De este modo, el Estatuto siempre ha sido considerado como un instrumento para alcanzar mayores cotas de poder, nunca como un instrumento para ejercer lo mejor posible aquellas que posee.
»Por este motivo, la Generalitat se dotó desde el primer momento de instituciones más propias de un Estado que de una comunidad autónoma. Lo que se ha pretendido es ir preparando el Estado del futuro mientras se desarrollaban las competencias del presente. De ahí resultaron duplicidades y disfunciones que a la postre han resultado carísimas y financieramente insostenibles. Todo ello acentuado por el hecho de que muchas de los demás comunidades han imitado el ejemplo catalán tras igualarse las competencias en sentido federal durante los años noventa.
»En segundo lugar, desde la Generalitat, a través de sus instrumentos de agitación y propaganda, se ha intentado dividir a los ciudadanos en catalanistas y españolistas, dando legitimidad política, social y cultural solo a los primeros. No ha sido una cuestión de lengua sino de ideología. El nacionalismo catalán se fue convirtiendo rápidamente en la única ideología legítima y obligatoriamente transversal. No importaba ser de derechas, de izquierdas o de centro, mientras no se saliera de los límites fijados por quienes determinaban lo nacionalmente correcto. En lo demás se podía discrepar, en eso no. Además, o eras nacionalista catalán o nacionalista español: la razonable alternativa de no ser nacionalista de ningún tipo, es decir, de ser no-nacionalista, algo tan común y civilizado en los países de nuestro entorno, era considerada como un mero subterfugio para encubrir que eras nacionalista español.
»En tercer lugar, se fue reescribiendo la historia hasta alcanzar un modelo adecuado a la nación soñada. En efecto, todo proceso de construcción nacional necesita una historia oficial única que fije los orígenes y el devenir de la nación, haciendo que esta, aunque cambiante en lo superficial, resulte inalterable en lo esencial, en las cuestiones de fondo. De ahí deben surgir la legitimidad histórica y el carácter nacional. Viejos maestros como Vicens Vives y Pierre Vilar, aunque su autoridad se invoque continuamente con todo el cinismo, han sido arrinconados incluso por sus discípulos más directos, para dar paso de nuevo a una historia romántica de Cataluña más basada en el sentimiento nacional que en los datos comprobables. El actual espectáculo de un 1714 imaginario, considerando esta fecha como el final de un inexistente Estado catalán independiente, es bien revelador. España contra Cataluña (1714-2014), título de un reciente congreso, no se sabe si mueve a risa o a pena.
»En cuarto lugar, desde sus comienzos, la Generalitat ha ejercido un estrecho control sobre la sociedad civil a través, primero, de su influencia en las asociaciones y fundaciones, colegios profesionales y centros de enseñanza; y, segundo, por la supeditación de los medios de comunicación públicos y el predominio sobre muchos medios privados. En este vasto campo, Jordi Pujol fue un auténtico maestro, conocía Cataluña palmo a palmo y no dudaba en premiar o castigar, nombrar o destituir, subvencionar o dejar en la miseria, dar permisos y concesiones o negarlas, a quienes estaban de su lado o en el lado contrario. En Cataluña ha habido unas redes clientelares y un sutil maccarthysmo que han inspirado miedo para así comprar y vender voluntades.
»Estos son algunos de los principales elementos que, durante 35 años, han creado el caldo de cultivo que nos ha conducido a la situación actual. La aspiración a la independencia, pues, viene de lejos, no es flor de un día, ni un subidón, ni un suflé. Sigue siendo minoritaria pero es la que más se oye, la que más altavoces tiene. Hacer todo lo posible para que se escuche al resto es tan importante como urgente si en lugar de construir una nación pretendemos llegar a ser una sociedad democrática».

20 de abril de 2014

No mienten más porque no tienen más tiempo

Lo ha desentrañado públicamente en su cuenta de Twitter el usuario con el alias Ferran D’Antequera (quien tiene además un excelente blog donde tritura, uno por uno, los timos del secesionismo con abundante e incontestable documentación histórica: Las Barras de Aragón); y Víctor, lector de Catalibanes, ha tenido la gentileza de enviarme por correo electrónico información y enlaces sobre el asunto: se trata de la última estafa, engañifa, falacia, trola, filfa, bribonada, vileza o adulteración separatista.

Versión con el falso colorido en los navíos que
protagonizan el bombardeo naval
La Generalidad de Cataluña y el Centro Cultural Blanquerna —lugar que acogerá el evento hasta finales de abril— anuncian en sus respectivos sitios web la exposición itinerante 1714. Memoria gráfica de una guerra, compuesta por cerca de 80 reproducciones de grabados y diversos textos explicativos, así como material audiovisual. Y que se encuadra en los actos conmemorativos del Tricentenario de la Guerra de Sucesión Española proyectados por el Ejecutivo catalán para mayor cultivo del odio y el victimismo (a esto va parte del dinero público de los recortes en sanidad y educación, y el adeudado por Artur Mas a los farmacéuticos de esta región desde hace meses).

Lo asombroso —y por algo nacionalismo e ignorancia caminan siempre de la mano— es que la propaganda de la exposición y del libro sobre la misma que la complementa (Memòria Gràfica del 1714), está ilustrada con el ataque al puerto de Barcelona de una flota en la cual ondea, roja y gualda, la bandera española. Cuando resulta que en 1714 nuestra enseña nacional ni siquiera existía aún con esos colores y franjas.

No fue hasta tiempos de Carlos III (1759-1788) que dicho monarca, mediante la promulgación del Real Decreto de 28 de mayo de 1785, adoptó el diseño actual tras una elección entre los doce bocetos presentados al concurso público que a tal efecto se convocó:
«Para evitar los inconvenientes, y perjuicios, que ha hecho ver la experiencia puede ocasionar la Bandera nacional, de que usa mi Armada naval, y demas Embarcaciones Españolas, equivocándose á largas distancias, ó con vientos calmosos con las de otras Naciones; he resuelto, que en adelante usen mis Buques de guerra de Bandera dividida á lo largo en tres listas, de las que la alta, y la baxa sean encarnadas, y del ancho cada una de la quarta parte del total, y la de en medio amarilla, colocándose en esta el Escudo de mis Reales Armas reducido á los dos quarteles de Castilla, y Leon con la Corona Real encima; y el Gallardete con las mismas tres listas, y el Escudo á lo largo, sobre quadrado amarillo en la parte superior: Y de las demas Embarcaciones usen, sin Escudo, los mismos colores, debiendo ser la lista de en medio amarilla, y del ancho de la tercera parte de la Bandera, y cada una de las restantes partes dividida en dos listas iguales encarnada, y amarilla alternativamente, todo con arreglo al adjunto diseño. No podrá usarse de otros pavellones en los Mares del Norte por lo respectivo á Europa hasta el paralelo de Tenerife en el Océano, y en el Mediterraneo desde primero del año de mil setecientos ochenta y seis: en la América Septentrional desde principio de Julio siguiente; y en los demas Mares desde primero del año de mil setecientos ochenta y siete. Tendréislo entendido para su cumplimiento».
Pero es que además de en esos dos sitios señalados por Ferran D'Antequera, la misma burda manipulación aparece también en Barcelona 1714. Els gravats de la guerra de Successió (‘Barcelona 1714. Los grabados de la Guerra de Sucesión’), libro coeditado en 2013 por el Ayuntamiento de Barcelona, que rige el alcalde Xavier Trias, de Convergència i Unió.

Grabado original, en blanco y negro y unas medidas
de 34 x 51,5 cm; a la derecha, puede observarse
la fortificación de la Ciudadela
La lámina original es en blanco y negro, data de 1750 y fue realizada en París, por el retratista Pierre-Alexandre Aveline (1702-1760) y el estampador Jacques Chéreau (1688-1776).

El libro publicado en 1995 con el título Historia de Barcelona, de Josep L. Roig, contiene una reproducción más verosímil, por cuanto los pabellones de los buques han sido pintados con los colores de la bandera de Holanda y, efectivamente, hubo un ataque naval anglo-holandés a Barcelona en el marco de la Guerra de Sucesión. Ocurrió en 1705, cuando la oligarquía catalana todavía no había traicionado su juramento de lealtad al rey Felipe V y la Ciudad Condal luchaba en el bando borbónico. Mas la trayectoria de Aveline sugiere que ese aguafuerte no reproduce en realidad una batalla de dicha contienda, ni ningún otro episodio histórico en concreto. Y que, simplemente, el artista francés tendía a añadir escenas bélicas en algunas de sus creaciones como mero ornamento. La inclusión de la Ciudadela en el paisaje barcelonés, un fortín cuya construcción no concluyó hasta 1718, cuatro años después del fin del enfrentamiento sucesorio por el trono de España, otorgaría consistencia a esta tesis.

Lo que desde luego no pudo representar es una bandera todavía inexistente.

6 de noviembre de 2013

‘Cataluña hispana’, nuevo libro de Javier Barraycoa

Prólogo de la obra:
«¿Sabía que la primera capital de la España unificada por los godos fue Barcelona? ¿O que la Marca hispánica ya reunía condados navarros, aragoneses y catalanes, prefigurando la reunificación de España? ¿Conocía que la Barcelona de 1714 estuvo defendida también por un Tercio de castellanos y que Felipe V, tras la Guerra de sucesión, constituyó un cuerpo para su protección personal dirigido por catalanes?
»¿Sabía que en Barcelona, cuando nadie conocía la sardana, el baile más popular era el de San Isidro, en memoria del patrono madrileño? ¿O que hasta la llegada del catalanismo, a ningún catalán se le ocurrió poner el nombre de Jordi a sus hijos? ¿Y que el Monasterio de Montserrat tuvo monjes castellanos durante cuatro siglos y dependía de la comunidad benedictina de Valladolid?
»¿Alguien le habló de cuando el Himno de España sí tuvo letra oficial y que fue compuesta por un catalán? ¿Y que el origen de los “Castellers” no fue catalán sino valenciano? ¿O que en el diccionario de lengua española hay más de mil vocablos de origen catalán? ¿Sabía que los catalanes participaron en todas las grandes gestas militares del imperio español, como en la crucial batalla de Lepanto?
»Este libro descubre infinidad de historias que demuestran la verdadera esencia hispánica de Cataluña y desvela la mitología y las miserias intelectuales del nacionalismo catalanista. El nacionalismo ha sido el verdadero “descatalanizador” de Cataluña queriendo privarle violentamente de su naturaleza hispana. Sin Hispanidad no existiría Cataluña, sin Cataluña no podrá existir la Hispanidad».

El profesor Barraycoa regresa con
más datos históricos ocultados o
poco conocidos, en este nuevo
libro de 300 páginas
Reseña de Alfonso Carlos Amaritriain, publicada en el diario Ya, el 4 de noviembre de 2013:
«Llega a nuestras manos un nuevo libro de Javier Barraycoa dedicado al tema catalán. Su anterior obra Historias Ocultadas del Nacionalismo Catalán, (LibrosLibres 2011), fue un impacto editorial por varios motivos. Por un lado, por el éxito de ventas, pero por otro ―y más importante― es que por fin veía la luz un libro que presentaba cara a la mitología nacionalista, pero de una forma muy peculiar. No era un libro de queja y crítica fácil, ni tampoco era un pesado volumen de historia, ilegible y fatigoso. Por el contrario, el libro articulaba ―a través de múltiples historias y anécdotas― un mosaico de las falsedades del nacionalismo, de sus contradicciones y miserias. De forma muy entretenida, pero con rigor e infinidad de datos, el nacionalismo catalán quedaba contundentemente desnudado.
»Ahora aparece Cataluña Hispana (LibrosLibres, 2013), con el contundente y largo subtítulo Historias sorprendentes de la españolidad de Cataluña y el fraude del nacionalismo. Es evidente que el momento es más que oportuno. En medio de una deriva nacionalista y una crisis institucional que va a enturbiar terriblemente las relaciones entre Cataluña y el resto de España, hacía falta que alguien expusiera verdades históricas que permitan entender qué es verdaderamente Cataluña. La tesis del libro es sencilla y contundente: la catalanidad es una concreción particular de la Hispanidad. El nacionalismo catalanista ha “descatalanizado” la verdadera Cataluña para convertirla en una caricatura de sí misma. Por el contrario, al leer Cataluña Hispana de Barraycoa uno se reconcilia consigo mismo, pues vuelve a admirar lo que es Cataluña y se siente orgulloso de lo que ha representado para la Hispanidad.
»El texto se estructura a base de pequeñas historias que se entrelazan en una linealidad histórica que va desde la hispanidad de la romanización, pasando por el reino visigodo, la reconquista, la participación en la Monarquía hispánica y el Imperio, la lucha contra la modernidad que atentaba contra la esencia tradicional de Cataluña y, por último, cómo la aparición del nacionalismo aboca a la Cataluña hispana al abismo y la pérdida de su identidad y posiblemente su desaparición.
»El lector descubrirá infinidad de datos históricos que le permitirán ver la historia de España de una forma totalmente nueva y sorprendente. Desde las referencias bíblicas a España, pasando por la proclamación de Barcelona como la primera capital del Reino visigodo de España, el título del Arzobispado de Tarragona como Primado de las Españas, el papel de los condes de Barcelona y sus matrimonios con estirpes castellanas, la verdadera composición étnica de los almogávares, la participación catalana en las grandes gestas de la monarquía hispana, como Lepanto o la conquista de América, etc. Incluso afloran grandes curiosidades desconocidas para el gran público tal y como la formación, por parte de Felipe V, de su guardia de corps (Los Granaderos reales) con la nobleza catalana; o como las letras oficiales del Himno de España fueron compuestas por un catalán, o cómo los catalanes tenían una profunda devoción al madrileño San Isidro labrador.
»La última parte del libro, nos descubre una contradicción: por una banda la eclosión españolista que vivió Cataluña en el siglo XIX y, por otra, la aparición el catalanismo. El análisis del origen del catalanismo que nos ofrece este texto es insustituible. Se aborda su emergencia desde su versión más “sacralizada”, como una nueva religión, promovida especialmente por un clero que queriendo imitar la tradición, no hizo más que traicionarla. De una forma clarividente van rastreándose las miserias del nacionalismo, sus odios y auto-odios. Ningún personaje fue más odiado por los catalanistas que el propio Companys. Para demostrarlo el autor sólo tiene que recurrir a los testimonios de los nacionalistas de la época en la que ellos mismos se retrataban y destripaban. El libro acaba con una advertencia y una esperanza. Si bien el nacionalismo está matando los restos de la verdadera Cataluña, también es cierto que tenemos una historia que nos permite redescubrir las grandezas de Cataluña y su sentir plenamente hispano.
»La moraleja de esta entretenidísima y apasionante lectura es que si desde el resto de España se desprecia Cataluña, estamos despreciando a España; y si desde Cataluña se desprecia al resto de España, es que estamos despreciando Cataluña. La política del odio, que han practicado los nacionalistas como casi una secta religiosa, debe ser sustituida por una comprensión de nuestra común historia y de un amor mutuo. En definitiva, este es un libro indispensable para cualquier catalán y cualquier español.
Entrevistas al autor:

12 de septiembre de 2013

El eslabón perdido

11 de septiembre, festividad por antonomasia del nacionalismo catalán. Conmemoración de la invasión castellana de Cataluña que jamás sucedió. Barra libre de falsedades históricas y mentiras. Exhibición del peor folclorismo. Victimismo a gogó.

Como eso de una marcha multitudinaria o trashumancia a favor de la secesión ya lo hicieron el año pasado, para esta Diada la Sección de Coros y Danzas de la Generalidad eligió formar una gigantesca cadena humana. ¡Eso sí!, colándonosla como si de una iniciativa popular espontánea canalizada por la Assemblea Nacional Catalana se tratase, igual que en anteriores ocasiones.

Vía Catalana es el nombre que los organizadores dieron a esa especie de macrocorro de la patata, para seguir cultivando la perversa sinonímia entre los conceptos catalán y antiespañol. Y allí estuvieron los de siempre: subvencionados, subvencionables, fanáticos de mirada perdida, catetos levitando, tresporcientistas y cuatroporcientistas, cantantes olvidados, artistillas de rodillas, cuentatrolas, exaltados poniendo los ojos en blanco, zampacalçots con cargo al erario, intelectuales de la talla de Joel Joan, 1.714 iluminados, charnegos agradecidos, justomolineristas, gente lavando sus orígenes, el humorista Alfons López Tena ―detenido tras protagonizar un altercado―, magos capaces de convertir dinero público en privado, adictos a la catalaína, uno que quería ligar, chamanes de la nación en ciernes, tribalistas de hoy, caciquistas de ayer, subsaharianos con barretina, políticos sonrientes, robahuevos con escolta, un hijo de Pujol... y mucho, mucho gaznápiro timado con los espejuelos y las cuentas de vidrio brillantes que el régimen separatista vende como piedras preciosas.


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etiquetados en catalán, al precio de 12 euros, para
avituallar a los participantes en la cadena humana
Conectar los extremos norte y sur de Cataluña constituía un objetivo muy ambicioso. Y más así, a base de voluntarios en vez de con enfermos apuntados en las listas de espera de la sanidad catalana. Una distancia de 400 kilómetros, divididos por la organización en 78 tramos de 500 metros cada uno, que quedó finalmente cubierta de manera exitosa por cientos de miles de personas. No llegaron a ser tantas como las que consigue reunir el régimen de Corea del Norte o como las que desfilaban en Roma ante Mussolini, pero casi. Todo se andará, que por algo los métodos de propaganda y adoctrinamiento son los mismos.

No obstante, en el colorista evento de ayer pesó una importantísima ausencia: la de Artur Mas. ¿Por qué no fue el principal beneficiario e instigador del numerito?, se habrá preguntado más de uno. ¿Estaría en Liechtenstein? Si hasta parece que actúa como algunos otros presidentes de la Generalidad, que con sus encendidas arengas enviaban a los demás a luchar mientras ellos corrían en dirección contraria hacia lugar seguro. Bueno, pues no. El Molt Honorable i molt endeudado Artur rehusó acudir a entrelazar sus manos con las de sus abnegados súbditos por la sencilla razón de que él prefiere hacer las cadenas de otra manera: dando 893 millones de euros (150.000 millones de pesetas) a la cadena TV3 en los últimos tres años para que no deje de suministrar burundanga a la población. Y todo ello mientras cierra servicios hospitalarios, reduce la disponibilidad de las ambulancias, se salta las pagas extra de los funcionarios, no abona los medicamentos a las farmacias...