Lo ha desentrañado públicamente en su cuenta de Twitter el usuario con el alias Ferran D’Antequera (quien tiene además un excelente blog donde tritura, uno por uno, los timos del secesionismo con abundante e incontestable documentación histórica: Las Barras de Aragón); y Víctor, lector de Catalibanes, ha tenido la gentileza de enviarme por correo electrónico información y enlaces sobre el asunto: se trata de la última estafa, engañifa, falacia, trola, filfa, bribonada, vileza o adulteración separatista.
La Generalidad de Cataluña y el Centro Cultural Blanquerna —lugar que acogerá el evento hasta finales de abril— anuncian en sus respectivos sitios web la exposición itinerante 1714. Memoria gráfica de una guerra, compuesta por cerca de 80 reproducciones de grabados y diversos textos explicativos, así como material audiovisual. Y que se encuadra en los actos conmemorativos del Tricentenario de la Guerra de Sucesión Española proyectados por el Ejecutivo catalán para mayor cultivo del odio y el victimismo (a esto va parte del dinero público de los recortes en sanidad y educación, y el adeudado por Artur Mas a los farmacéuticos de esta región desde hace meses).
Lo asombroso —y por algo nacionalismo e ignorancia caminan siempre de la mano— es que la propaganda de la exposición y del libro sobre la misma que la complementa (Memòria Gràfica del 1714), está ilustrada con el ataque al puerto de Barcelona de una flota en la cual ondea, roja y gualda, la bandera española. Cuando resulta que en 1714 nuestra enseña nacional ni siquiera existía aún con esos colores y franjas.
No fue hasta tiempos de Carlos III (1759-1788) que dicho monarca, mediante la promulgación del Real Decreto de 28 de mayo de 1785, adoptó el diseño actual tras una elección entre los doce bocetos presentados al concurso público que a tal efecto se convocó:
«Para evitar los inconvenientes, y perjuicios, que ha hecho ver la experiencia puede ocasionar la Bandera nacional, de que usa mi Armada naval, y demas Embarcaciones Españolas, equivocándose á largas distancias, ó con vientos calmosos con las de otras Naciones; he resuelto, que en adelante usen mis Buques de guerra de Bandera dividida á lo largo en tres listas, de las que la alta, y la baxa sean encarnadas, y del ancho cada una de la quarta parte del total, y la de en medio amarilla, colocándose en esta el Escudo de mis Reales Armas reducido á los dos quarteles de Castilla, y Leon con la Corona Real encima; y el Gallardete con las mismas tres listas, y el Escudo á lo largo, sobre quadrado amarillo en la parte superior: Y de las demas Embarcaciones usen, sin Escudo, los mismos colores, debiendo ser la lista de en medio amarilla, y del ancho de la tercera parte de la Bandera, y cada una de las restantes partes dividida en dos listas iguales encarnada, y amarilla alternativamente, todo con arreglo al adjunto diseño. No podrá usarse de otros pavellones en los Mares del Norte por lo respectivo á Europa hasta el paralelo de Tenerife en el Océano, y en el Mediterraneo desde primero del año de mil setecientos ochenta y seis: en la América Septentrional desde principio de Julio siguiente; y en los demas Mares desde primero del año de mil setecientos ochenta y siete. Tendréislo entendido para su cumplimiento».
Pero es que además de en esos dos sitios señalados por Ferran D'Antequera, la misma burda manipulación aparece también en Barcelona 1714. Els gravats de la guerra de Successió (‘Barcelona 1714. Los grabados de la Guerra de Sucesión’), libro coeditado en 2013 por el Ayuntamiento de Barcelona, que rige el alcalde Xavier Trias, de Convergència i Unió.
Grabado original, en blanco y negro y unas medidas
de 34 x 51,5 cm; a la derecha, puede observarse
la fortificación de la Ciudadela
La lámina original es en blanco y negro, data de 1750 y fue realizada en París, por el retratista Pierre-Alexandre Aveline (1702-1760) y el estampador Jacques Chéreau (1688-1776).de 34 x 51,5 cm; a la derecha, puede observarse
la fortificación de la Ciudadela
El libro publicado en 1995 con el título Historia de Barcelona, de Josep L. Roig, contiene una reproducción más verosímil, por cuanto los pabellones de los buques han sido pintados con los colores de la bandera de Holanda y, efectivamente, hubo un ataque naval anglo-holandés a Barcelona en el marco de la Guerra de Sucesión. Ocurrió en 1705, cuando la oligarquía catalana todavía no había traicionado su juramento de lealtad al rey Felipe V y la Ciudad Condal luchaba en el bando borbónico. Mas la trayectoria de Aveline sugiere que ese aguafuerte no reproduce en realidad una batalla de dicha contienda, ni ningún otro episodio histórico en concreto. Y que, simplemente, el artista francés tendía a añadir escenas bélicas en algunas de sus creaciones como mero ornamento. La inclusión de la Ciudadela en el paisaje barcelonés, un fortín cuya construcción no concluyó hasta 1718, cuatro años después del fin del enfrentamiento sucesorio por el trono de España, otorgaría consistencia a esta tesis.
Lo que desde luego no pudo representar es una bandera todavía inexistente.